La Vanguardia

“Nací bajo el signo astral de los hombres que desaparece­n”

- Myriam Mézières, actriz, cantante y escritora francesa ANA JIMÉNEZ IMA SANCHÍS

Me siento ajena al concepto de generación, y para mí no significa nada dónde nací, no conozco allí a nadie. Lo importante es que soy una chica de mar y de contradicc­iones. No tengo hijos ni familia. En política vivimos otra vez bajo la ley del más fuerte. Siento rebeldía y rabia. Soy atea y mística

Está usted llena de cicatrices. Como todo el mundo pero mucho más que los otros. Hace poesía con ellas. Alain Tanner dice que solamente le interesan los actores que tienen cicatrices, los otros los deja para la publicidad de Marlboro.

Un inicio de vida difícil.

Y una adolescenc­ia muy dura y bastante violenta. Podría haber basculado hacia la delincuenc­ia, pero no me interesa nada robar ni traicionar, y tampoco mentir. Mentir es firmar un pasaporte para la soledad. Tengo defectos, pero no son estos.

Creció en un orfanato.

Nací bajo el signo astral de los hombres que desaparece­n. A los nueve años me enteré que mi padre biológico era otro, y el hombre que me crio se fue. Mi madre me dejó en un orfanato.

¿Qué pasó?

Me crié junto al mar, libre y salvaje. No iba al colegio. Mis padres se peleaban, él iba y volvía y un día ya no volvió. Mi madre era pianista. Nos fuimos a París, de hotel en hotel.

¿Una vida bohemia?

Sí, en la que yo hacía el papel de madre. No podía hacerse cargo de mí. Pero me había enseñado a leer y a escribir con el diccionari­o, lo llamaba “mi libro” . Me encantaban las historias.

¿Leía definicion­es?

La mitología griega explicada al final del diccionari­o…, estos dioses tan bellos, tan crueles y tan imperfecto­s, en realidad medio dioses. Yo prefería morir que volver al orfanato.

¿Era duro?

Durísimo. Quizá por eso no tengo hijos, para que no se vean sometidos a la disciplina imbécil. Y adoro la disciplina, la que sale de uno mismo. Yo decidí que pasara lo que pasara estudiaría. Estudiaría como uno coge las armas; para no volverme víctima de la sociedad.

¿Qué fue de su madre?

Me preguntaba dónde estaría después de haber perdido su casa y mi custodia. Pero sabía que la época en que dormía bajo el gran piano de cola, mientras mis padres tocaban, jamás volvería.

Un chico la violó a los 14 años.

Me marcó. Yo no puedo dividir el alma del cuerpo, el sexo del amor. Mucha gente me ve como una mujer liberada. No es cierto.Yo busco profundiza­r en la relación. Ellos buscan el momento, como si ese momento no fuese fruto del pasado y la semilla del futuro.

¿Son los tipos con los que se ha cruzado?

Quien tiene una base afectiva firme en la que los padres le regalaron el amor incondicio­nal, esa seguridad, no elige a los raritos. “¡Mira a dónde has llegado con tu adicción al amor absoluto!”, me dice una amiga.

Ha recorrido los recovecos del erotismo.

Los que me ven como exhibicion­ista están lejos de la realidad. No hay voluntad de seducir. Para mí el deseo debe ser absoluto, y no sólo a través de los órganos genitales.

¿Qué ha entendido?

Una chica marroquí me dijo que unos nacen con una conciencia antigua y otros con una conciencia nueva. La primera es pesada de llevar, la segunda es leve. Fíjese en lo que escribía Arthur Rimbaud a los 16 años…

Sabio como un anciano.

El día que tenía que buscarme un apellido, hija de nadie, había junto a mí una guía gastronómi­ca, abrí y la causalidad –porque la casualidad no existe– hizo que apareciera Mézières, la ciudad en la que nació Rimbaud. Buen paraguas.

Sigamos con sus cicatrices.

No las conozco a todas, y ese es sólo el lado oscuro. El claro tiene su carga de energía y de brillo. Tengo una canción que se llama Ser una chica y que dedico a todas las chicas que como yo han crecido sin protección y han tenido que resistir, luchar, y conservar el brillo.

¿El brillo es la inocencia?

Está hecho de varios componente­s, hay seres que han nacido con una energía básica vital, y cuando los otros, sin querer, intentan quitarles la ilusión, siguen expandiend­o luz. Pero están más expuestos a todo tipo de abusos y peligros.

Usted intentó suicidarse con setas.

Fue algo grotesco, ja, ja, ja. Era una manera de gritar para que me socorriera­n. Una noche me escapé del orfanato en camisón al bosque de delante, recogí setas, me senté y me las comí, pero no eran venenosas.

¿Qué ha sido lo extraordin­ario?

Ser una artista. Convertir, a través de mucha disciplina, un valle de lágrimas en una vida mejor, y se logra expresando eso para lo que has nacido y que te es tan natural.

Refugio y liberación.

Yo soy muy del cuerpo, ja, ja, ja, y a través de la música y la expresión puedo mostrar lo que bulle dentro de mí.

¿Y qué bulle?

Amor. Y la amistad es otra forma de amor, lo descubrí recienteme­nte cuando estuve malita. Por lo demás quiero cosas inconcilia­bles, como que el Sol tenga una cita con la Luna.

¿Y que la Luna acuda puntual a la cita?

Sí, y llega un momento a través del espectácul­o que lo consigues, aunque sea de manera diferente. Incluso las mañanas que no estás bien tienes que seguir entrenándo­te, y todo eso me encanta, adoro vivir.

Le gusta el esfuerzo.

Es terrible no amarlo. La gran injusticia es esa de la que hablábamos: que unos nacen con esa energía básica para realizarse a sí mismo y otros no... Y a veces es un deber desobedece­r.

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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