Laura Luelmo murió dos o tres días después de su desaparición
Detenido un sospechoso del crimen de la profesora de Huelva cuando intentaba huir
Bernardo Montoya, que pasó 17 años en prisión por el asesinato de una anciana, fue detenido ayer como sospechoso en el caso de Laura Luelmo. La autopsia indica que la joven zamorana murió de un golpe en la cabeza varios días después de desaparecer.
La investigación del asesinato de Laura Luelmo dio ayer un vuelco sobrecogedor. Los primeros datos de la autopsia han desvelado que la joven profesora zamorana de 26 años murió dos o tres días después de haber desaparecido el pasado miércoles 12 de diciembre. Se descarta así la hipótesis de que la joven fue asesinada el mismo día de su desaparición y se abre la incógnita sobre lo que pudo suceder en el lapso de tiempo que va desde su desaparición hasta la hora de su muerte.
Más allá de este dato, la autopsia ha confirmado las primeras sospechas que apuntaban a un fuerte golpe en la cabeza como la causa de la muerte. En concreto, el informe forense habla de un traumatismo craneoencefálico causado por un objeto contundente como una piedra o un palo. Quedan por determinar las circunstancias de su muerte, y si sufrió o no una agresión sexual. El hecho de que los pantalones vaqueros de la chica fueran encontrados a 200 metros del cuerpo apunta al intento de violación, pero serán las autoridades, especialmente la juez de Valverde del Camino, que ha decretado el secreto del sumario, quienes lo confirmen o no.
El autor del crimen podría estar ya bajo custodia policial: Bernardo Montoya fue detenido ayer como principal sospechoso del asesinato de Laura Luelmo. Bernardo es un antiguo conocido de las fuerzas de seguridad. También lo son su hermano gemelo Luciano y su amplia familia, compuesta por nueve hijos, que hoy está dispersa por varias localidades andaluzas y extremeñas. El detenido fue interceptado ayer por la Guardia Civil, que le vigilaba desde el primer momento, cuando “inició un movimiento sospechoso”, según la terminología oficial; “cuando intentaba huir tras darse cuenta de que estaba siendo vigilado”.
Bernardo residía en El Campillo desde octubre, donde se había asentado sin relacionarse apenas con nadie tras pasar dos años y 10 meses en la cárcel por dos robos con violencia. Era su último delito, pero antes estuvo 17 años preso, de los 22 a los que fue condenado, por asesinar en Cortegana (Huelva), en el año 1995, a una mujer de 82 años, Cecilia Fernández, que le había denunciado por robo. Entró en su casa y la atacó con un machete de grandes dimensiones; cuando la mujer cayó al suelo, la degolló. Exactamente el mismo crimen y en parecidas circunstancias lo cometió su hermano Luciano años después. En este caso la víctima fue una mujer de 36 años, que también volvía de denunciar a Luciano cuando este la apuñaló mortalmente en su domicilio.
La detención de Bernardo Montoya no significa que se le pueda condenar ya como autor material del crimen. “Una cosa es la percepción o las sospechas que podamos tener, y otra muy distinta reunir las pruebas para demostrarlo, si antes no conseguimos una confesión”, señalan desde la investigación. Dos elementos son fundamentales: encontrar el teléfono móvil de Laura, que puede arrojar luz sobre el suceso, y determinar si la muerte se produjo donde se encontró el cadáver o en otro lugar, y fue posteriormente trasladado. La última señal del móvil de Laura situaba a la joven a unos 9 kilómetros al norte de El Campillo, pero su cuerpo fue encontrado a 5 km de la localidad justo en dirección contraria.
El delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, confirmó que la detención de Montoya se produjo para evitar el riesgo de fuga de un individuo que estaba “vigilado y observado” por la Guardia Civil, después de que llevara a cabo una “maniobra sospechosa”. “En las próximas horas o días pasará a disposición judicial y, a partir de ahí, será la juez la que vaya determinando el procedimiento”, añadió Celis, quien aseguró que “sea quien sea el culpable, la Guardia Civil lo va a descubrir y le va a llevar ante la justicia”.
Las primeras sospechas de los vecinos de El Campillo recayeron sobre Luciano Montoya, hermano gemelo de Bernardo, condenado también por haber matado hace años a una mujer y con un amplio historial delictivo, pero se ha podi
La policía necesita una confesión para acusarle y hallar el móvil de la víctima
Los pantalones se hallaron a 200 m del cuerpo, lo que apunta al intento de violación
do comprobar que Luciano estaba en el penal de Ocaña (Toledo) en el momento de la desaparición de Laura. Se da la circunstancia de que Luciano empezó a disfrutar el lunes, el mismo día que se encontró el cuerpo de Laura, de un permiso penitenciario. Sí estaba en libertad su hermano gemelo, Bernardo, vecino en la misma calle y sobre el que la joven profesora había expresado a su novio, Teófilo Jiménez, el recelo que le provocaba por la manera que tenía de mirarla fijamente cada vez que entraba o salía de casa.
La vida recobraba ayer poco a poco el pulso en la pequeña localidad onubense de El Campillo. Laura tenía alquilada una casa desde la que se desplazaba cada día al instituto Vázquez Díaz de Nerva, donde cubría desde el pasado 4 de diciembre un puesto de profesora sustituta de
plástica. La vivienda de la profesora, situada en el número 13 de la calle Córdoba, fue registrada ayer por la Guardia Civil, así como la del número 1 de la misma calle, donde vivía Bernardo Montoya desde principios de octubre.
“Mucha gente del pueblo ni siquiera llegó a conocer a Laura, ni de vista. Tenga en cuenta que apenas llevaba tres o cuatro días ocupando esa casa”, señala Roberto, vecino de la zona. Un desconocimiento que no ha sido obstáculo para que los dos mil habitantes de esta pequeña localidad serrana se hayan movilizado al unísono en la búsqueda de la desconocida forastera. En el bar Rosa algunos parroquianos señalan que “ya nos imaginamos desde el primer momento lo que había sucedido, pero no lo quieres creer y te aferras a cualquier cosa que te dé esperanzas. Pobre chica”.
La mayor parte de los habitantes de El Campillo desconocían que Bernardo Montoya hubiera regresado al pueblo y muchos de ellos ignoraban sus antecedentes. El sospechoso residía en una humilde construcción que pertenecía a sus padres, aunque sus orígenes están en Cortegana, localidad a la que no podía acercarse ya que tiene en vigor una orden de alejamiento de sus víctimas.
El clan de los Montoya residió durante muchos años en Cortegana, cercana a El Campillo, pero de mucha mayor extensión y población. A mediados de la década pasada tenía unos 5.000 habitantes, de los que 500 eran gitanos, entre ellos la familia Montoya. Pese a su tamaño medio, la localidad se vio sacudida durante un tiempo por episodios de inusitada violencia. A finales del siglo pasado dos mujeres murieron asesinadas y en el 2005 falleció un vecino del pueblo, Mateo Vázquez, un hombre con un 35% de deficiencia mental, tras ser atacado por tres personas, entre ellos un menor. Esta muerte provocó un levantamiento popular en el que más de dos mil vecinos despacharon su ira sobre las familias gitanas del barrio de Las Eritas, la mayoría completamente inocentes, y prendieron fuego a casas y enseres. Unos disturbios que alcanzaron resonancia nacional.
Todo el pueblo recuerda en Cortegana a los Montoya, pese a que tras aquellos disturbios gran parte de la familia abandonó la localidad y se dispersó por otros lugares. Manuel Fernández, que lleva muchas décadas trabajando con la comunidad gitana de la localidad, señala que “aquello ya pasó hace mucho tiempo y hoy las cosas son completamente distintas”. Fernández asegura que lo ocurrido fueron acontecimientos que cabía achacar a muy pocos, quizá una sola familia.
Varios cientos de personas volvieron a reunirse ayer en el centro de El Campillo para recordar a Laura y manifestar su pesar y rechazo a lo ocurrido. Ya lo habían hecho de manera espontánea la noche anterior. Los municipios de El Campillo y Nerva han declarado tres días de luto oficial, la suspensión de las fiestas navideñas y otras medidas para recordar a la profesora zamorana que pasó tan fugazmente por sus localidades, pero a la que nadie olvidará.c