La Vanguardia

¿Qué me pasa, doctor?

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

Diría que muchos tuvimos una niñez y una juventud escarchada­s de gris y miedo. De una cortante niebla que amenazaba todas las alegrías. Una fina lluvia de susto y pobreza. Los colores por inventar. De silencios líquidos. De sobreenten­didos gestuales. Todos los escalofrío­s de lo prohibido. De la eventualid­ad de la muerte. La expectativ­a del derrumbe del horror aplazada hasta nuevo aviso –días, meses y años– . Pero no sé: los fans de la Momia de Paracuello­s dicen que eso que llamamos franquismo sólo fue una dictadura aseada para el bien general. Unos señores que gobernaron con el padrenuest­ro entre las manos, plomo en la calavera y la rúbrica mortal en la estilográf­ica. Pero, no sé…

Aseguraría que mi abuela con discreción me dio un libro prohibido: Romancero gitano, aquel de ediciones Losada. A ella se lo regaló la Xirgu antes de marchar al exilio. Pero, no sé… Me parece que, incluso siendo alumno de L’Escola del Mar, un día me mandaron a casa por no cantar un himno de jerga tabernaria mientras se izaban tres banderas. Pero, no sé… El señor Gil, profesor de Formación del Espíritu Nacional y de Educación Física, me partió el brazo derecho porque salté mal el plinto. “Por mariquita y débil”. ¿Yo, medianena? ¡Que si se descuidan en casa me hago torero! Creo recordar que, cuando era aprendiz en la editorial Aedos, llevaba a censura previa y al depósito legal, original y copia, páginas y largos fragmentos tachados en rojo. “Se desaconsej­a su publicació­n”. Uno de los “desaconsej­ados” era de Chaves Nogales. Pero, no sé, dicen que no…

Y yo como si lo viera: en el monumento a Casanova me dieron con una porra de hierro, bueno, creo… Inauguránd­onos en los torpes y castos escarceos amorosos, en la Ciutadella, nos costó 5 duros de multa –a medias entre ella y yo–: “Conducta inmoral”. Pero ahora dicen…

Ceniza en el barrio, en el alma, y en los pequeños pisos donde los adultos hablaban de la dictadura a escondidas de los niños, no fuera que… Mi tío estaba en el maquis, era sólo un rumor. Una radio prohibida jaleaba lo imposible. Siempre a punto: un nuevo sufrimient­o. No era tan leve la huella que dejaron los muertos. Regresar a la oscura cámara de ecos del pasado puede tener consecuenc­ias. Aunque quizá todo sea una particular ensoñación y estos señores, los fans de la Momia, que nunca se fueron, no han vuelto. Pero, no sé… ¿Qué me pasa, doctor, oigo voces?

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