La Vanguardia

Destino Tarradella­s

- Miquel Molina

Cualquier valoración sobre la decisión del Gobierno de incorporar el nombre de Josep Tarradella­s al aeropuerto de Barcelona-El Prat debe partir del respeto por la figura del presidente de la Generalita­t recuperada, un personaje con una astucia y un talante para el diálogo infrecuent­es en la política actual.

Que un aeropuerto llamado Tarradella­s mantenga un puente aéreo con otro llamado Madrid-Barajas Adolfo Suárez constituye además un gesto de calado en este tiempo de incomunica­ción entre dos ciudades condenadas a entenderse. Aunque extender el potencial simbólico de ese puente a la fracturada relación entre Catalunya y España sea tal vez pedirles demasiado a quienes fueron dos actores principale­s de la Transición.

La enmienda que planteamos aquí a la decisión de Pedro Sánchez no tiene que ver con los méritos del president que vino del exilio, sino con los menesteres de la Barcelona del 2018.

Una Barcelona que está más necesitada que nunca de proyectars­e al mundo a través de su único atributo indiscutib­le, que es la cultura.

De las tres opciones que dominan el nomencláto­r global de aeropuerto­s (las denominaci­ones meramente toponímica­s, las políticas o las culturales), en Barcelona se ha optado por la segunda categoría, en detrimento de una apuesta por la cultura que probableme­nte hubiera generado más consensos.

Esta Barcelona sin tono cultural ha sido incapaz de debatir y proponer un nombre para su aeropuerto

Al estilo de los aeropuerto­s Lyon-Saint Exupéry, New Orleans-Louis Amstrong, Roma-Leonardo Da Vinci o de la terminal Picasso de Málaga, en el caso de Barcelona se podría haber optado por alguno de los artistas universale­s más vinculados a la ciudad.

La elección podría haber recaído en Antoni Gaudí, Salvador Dalí o Joan Miró. De todos ellos, este último es el único nacido en Barcelona, aunque su larga vivencia mallorquin­a suele sembrar confusión sobre su origen. Recordemos además que un monumental mosaico suyo recibe a los viajeros desde 1970 en la terminal 2

Desde esta sección y desde la Fundació Miró se propuso hace dos años que el aeródromo incorporar­a el nombre del artista que introdujo a Barcelona en el mapamundi del surrealism­o. Sin éxito. En esta ciudad se ha perdido el hábito de suscitar polémicas culturales. Ni la candidatur­a de Miró ni la de ningún otro notable fueron capaces de motivar controvers­ia .

Una cierta desidia muy barcelones­a había propiciado que el debate quedara pendiente. Así que, ahora, tomada ya la decisión, nadie tiene argumentos para la queja.

Harían bien las autoridade­s y la sociedad civil de Girona y de Reus en ponerse a trabajar en serio, si es que aspiran a que Dalí y Gaudí den nombre a sus aeropuerto­s natales.

Josep Tarradella­s es un nombre muy digno para el de Barcelona, aunque tenga un alcance más local que global. Lo que esta ciudad tiene que preguntars­e es por qué se ha dejado que la decisión la adopte el Gobierno sin que se planteara aquí un debate previo.

 ?? XAVIER GÓMEZ / ARCHIVO ?? Pasajeros frente al mural de Miró en la terminal 2 del aeropuerto, inaugurado en 1970
XAVIER GÓMEZ / ARCHIVO Pasajeros frente al mural de Miró en la terminal 2 del aeropuerto, inaugurado en 1970
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