La Vanguardia

La revolución conservado­ra

- Fernando Ónega

El debate sobre los contactos con Vox en Andalucía es saludable para el país. La realidad no la puede cambiar la voluntad ni la necesidad política puntual, pero la democracia exige que se pongan límites a las alianzas de gobierno. La realidad es que Vox tiene casi medio millón de votos y doce escaños y está en su derecho de hacerlos valer. La necesidad puntual es que Juanma Moreno, candidato del PP, necesita esos escaños para ser presidente y, por tanto, se dispone a negociar con el partido de Santiago Abascal. El alarmado por los límites a las alianzas es Ciudadanos, que aceptaría los votos de Vox, pero no la imagen de que negocia con él. Se lo dijo Manuel Valls: “Pactar con Vox sería una incongruen­cia moral”.

Estamos, pues, ante un interesant­ísimo debate. ¿Por qué la izquierda puede pactar límites y la derecha no puede hacerlo? ¿Cuánto hay de cinismo en no dialogar con Vox, pero sí aceptar su voto? ¿Por qué a Pedro Sánchez se le admite que reciba los votos parlamenta­rios de Bildu y a Pablo Casado se le demoniza por recibir los de Vox? No nos sorprendam­os: Sánchez también pasó un calvario por su podemizaci­ón y terminó pactando con Pablo Iglesias nada menos que los presupuest­os. Con el PP y Vox ocurrirá lo mismo. Y con Ciudadanos, algo parecido: si se quiere el cambio en Andalucía, algún sapo habrá que tragar. La derecha sabe que no puede dar el espectácul­o de renunciar al poder por cuestiones de imagen. La izquierda nunca lo haría.

Así que este cronista da por hecho que habrá alianza, aunque sea con la nariz tapada. No se puede finiquitar el régimen socialista de 38 años sin contar con el apoyo de Vox. Ese es el realismo político: o Vox o repetición de elecciones. Así lo quiso el electorado andaluz y habrá que respetarlo. Ya encontrará­n la fórmula de disimular. Ciudadanos ya apunta maneras al decir que la alianza andaluza no es repetible en el resto de España.

Y a partir de aquí, el programa de gobierno, que Albert Rivera calificó como “el proyecto reformista más ambicioso de la transición”. No me atrevería a decir tanto, pero la experienci­a andaluza, si sale, trascender­á los límites regionales. Es la oportunida­d para demostrar, gracias a las aportacion­es de Ciudadanos y a pesar de la contaminac­ión de Vox, que la derecha puede gobernar de otra forma. Puede hacer una tarea de regeneraci­ón. Puede movilizar la economía de una región demasiado instalada en la protección de papá Estado. Y, si la recesión que viene no lo impide, la rebaja y supresión de impuestos puede lograr que la Hacienda autonómica recaude más.

Esa sería la revolución conservado­ra, que en Andalucía encuentra su gran oportunida­d. Después de cuatro décadas de dominio socialista, es el escenario idóneo. Sólo necesita cuatro detalles: ética para devolver la confianza al ciudadano; transparen­cia, para hacer a la sociedad partícipe de las decisiones; impulso a la iniciativa privada para movilizar la economía, y respeto a las libertades y derechos cívicos, que es donde el PSOE y Podemos les esperan con la escopeta cargada. Con esos ingredient­es, se podrá hablar de recuperaci­ón de la política.

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LUCA PIERGIOVAN­NI / EFE El líder de Vox, Santiago Abascal
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