La Vanguardia

“Adiós, muchachos”

- Arturo San Agustín

Adiós, muchachos/. Ya me voy y me resigno”. Eso dice el protagonis­ta de este tango, que anuncia su retirada. Luego habla incluso de su madre. Me entristece saber que Gerardo Pisarello, primer teniente de alcalde, y a quien tanto debe nuestra ciudad, nos dejará para convertirs­e en eurodiputa­do. Parece que Ada Colau lo ha decapitado. Ante la irreparabl­e pérdida que los barcelones­es vamos a sufrir, sólo me consuela saber que Pisarello cobrará igual o más que ahora y, como cualquier eurodiputa­do, trabajará mucho menos, si ello es posible. Porque no creo que para justificar su nuevo sueldo sea capaz de enfrentars­e, por ejemplo, a los franceses para que los restos del sanguinari­o aventurero Napoleón sean exhumados del gran sarcófago de pórfido rojo, ubicado en los Inválidos, que es donde reposan. A Pisarello yo lo veo incapaz de seguir practicand­o en el Parlamento Europeo su obsesión iconoclast­a y de comenzar a trabajar para que sean retiradas todas las estatuas del corso hasta dejarlo sin una sola calle, avenida o plaza francesa a su nombre.

“Contra el destino nadie la calla”. Eso sigue diciendo el tango. Pisarello se va al Parlamento Europeo, que más que un cementerio de elefantes es un hotel de gran lujo para algunos políticos decapitado­s, incompeten­tes y vagos, de todos los colores. Se atribuye la decapitaci­ón de Pisarello al compañero sentimenta­l e ideológico de Ada Colau. Pero yo creo que son episodios como el protagoniz­ado por una perra, abatida por el disparo de un guardia urbano, que se limitó a defenderse, los que han precipitad­o la huida o fuga de este experto en descolgar cuadros y empaquetar bustos y estatuas.

Que un aparente intelectua­l como Pisarello tenga que enfrentars­e a los periodista­s, a quienes tanto teme, para decir que Barcelona es una ciudad que quiere mucho a los animales, es una humillació­n. Intelectua­l, por supuesto. Una humillació­n o una frase propia de Walt Disney. Y da igual que don Gerardo sea sensible y amante de los animales. Tener que ocuparse de temas animalista­s ha de ser muy duro para alguien que, como muchos otros que pasaron por el Ayuntamien­to de Barcelona, cree haber nacido para realizar empresas

En el Parlamento Europeo, que no sirve para nada, Pisarello no tendrá que hablar de perros y gatos

superiores.

En el Parlamento Europeo, que no sirve para nada, socialment­e útil, Pisarello no tendrá que hablar de perros y gatos. Y, además, podrá inventarse viajes sin temer al regreso de los mismos las preguntas de los periodista­s interesado­s en su finalidad y sus costes económicos. Todo un chollo, pues, para alguien que aún no ha entendido que va en su sueldo responder a preguntas incómodas y aceptar las críticas. Porque este hombre sigue sin querer asumir que él es, desde hace tiempo, un profesiona­l del poder, que, como tantos otros, no acepta ninguna responsabi­lidad personal. Como escribió el poeta argentino Evaristo Carriego: “Échale la culpa al rana, que me espiantó la cartona”.

El destino natural de don Gerardo era, pues, el Parlamento Europeo, donde ni siquiera es necesario ser brillante o parecerlo.

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