La Vanguardia

Ya estáis juntos

DOMÈNEC SESMILO Y RIUS (1942-2018) Diputado en el Parlament de Catalunya y senador

- JOSEP ANTONI DURAN LLEIDA

Cuando me disponía a celebrar la Navidad en familia, recibí una noticia totalmente inesperada: “El pare ha mort”, decía un mensaje enviado desde el mismo watsap de Domènec Sesmilo por su hija Edith. Llegué a la conclusión de que nos había dejado para ir a reencontra­rse con su esposa Victoria, fallecida a mediados de marzo del mismo 2018. Al día siguiente, quedé reconforta­do al ver que en la esquela de La Vanguardia, después de recordar que era viudo de Victoria León, figuraba la expresión “Ja esteu junts”.

Sesmilo, aparejador de profesión, ha podido ser conocido públicamen­te por haber ejercido varios cargos públicos: diputado en el Parlament de Catalunya, del que llegó a ser vicepresid­ente primero; senador; dirigente de la Unió Democràtic­a de Catalunya que él tanto amó; director general de Ensenyamen­t; vicepresid­ente de la Unión Europea de Trabajador­es Democratac­ristianos, o consejero de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió.

En todas sus responsabi­lidades proyectaba la figura de un hombre hecho a sí mismo, de carácter firme, tozudo, a veces impetuoso y vehemente. Leal a sus ideas y a la amistad. Hijo de una familia humilde, de un padre castellano emigrado primero al País Vasco y después a Catalunya, y de una madre de Sant Martí de Canals, del Pallars Jussà. Unos orígenes que le daban firmeza, que le hacían valorar la austeridad y celebrar los profundos cambios que había vivido su país en las últimas décadas. Lo conocí cuando ingresó en Unió en el año 1976 y sobre todo cuando, con los resultados de 1977, vino a Lleida para buscar gente que quisiera seguir elevando la bandera de un proyecto humanista cristiano en Catalunya. Impulsor de la coalición con Convergènc­ia y amigo del PNV, donde conservaba relación con algunos de sus dirigentes más conocidos. He podido disfrutar de su colaboraci­ón, pero sobre todo crecer con su amistad.

A pesar de todo, lo más importante de Domènec Sesmilo es lo que menos se conoce. Es su espiritual­idad. Era un hombre de fe. De puertas afuera era un hombre de acción. No paraba de impulsar proyectos. Siempre preguntaba qué podía hacer, cómo podía ayudar... Pero sobre todo era un humanista. Amaba la música –tocaba el piano–, la lectura, la poesía, la escritura –publicó cuatro novelas–, la naturaleza –su añorada sierra del Boumort-... y por encima de todo, amaba a su familia. A sus cuatro hijas y a sus maridos, a los trece nietos y al bisnieto, a sus hermanos... Y a Victoria, su esposa. A ella se dedicó en cuerpo y alma los últimos años de su vida, a raíz de una larga enfermedad. Los recuerdo en Quintana del Claro, durante la Semana Santa del año pasado. Ella en silla de ruedas, como si no estuviera, sin hablar, con la mirada perdida, pero juntitos de la mano, cantando una canción que ella de vez en cuando tímidament­e intentaba seguir y mirándola con el don de la ternura que sólo el amor concede.

Eso es, amigo Domènec, lo que ha provocado tu muerte. Las ganas de estar juntos. Ahora le podrás leer aquel poema que le dedicaste y que guardo escrito de tu propia mano en una pequeña hoja de papel:

La nina que jo tenia la nina, ja no la tinc, maleïda malaltia que tan durament t’ha colpit Una flor al meu hort creixia i la flor se m’ha marcit, s’ha apagat la llum del dia, ja no em queda més que nit Ahora has vuelto a encontrar la luz que habías perdido.

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FERNANDO ALVARADO / EFE

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