La Vanguardia

Toda una vida

- Ramon Súrio

Tal como dice la letra del bolero Toda una vida del compositor cubano Osvaldo Farrés, que hizo célebre Antonio Machín y que Moncho también grabó, “toda una vida me estaría contigo, no me importa en qué forma, ni cómo, ni dónde, pero junto a ti”. De igual manera la extensa obra de Ramón Calabuch Batista tiene un sabor inequívoco que siempre apetece degustar. Pero este gitano catalán que se hizo célebre como Moncho fue más que un arrebatado cantante de este género musical, que surgió en Cuba a mediados del siglo XIX para arrasar en todo el mundo latinoamer­icano y español.

Su carisma le hizo también llevar a su terreno otros estilos y a compartir grabacione­s y escenarios con artistas de lo más diverso, de Joan Manuel Serrat a Alejandro Sanz, de Diego El Cigala a Sergio Dalma y de Mayte Martín a Dyango. Tal como anunciaba su espectácul­o del 2006 De l’Havana a Barcelona. De la rumba al bolero fue un artista que tendió puentes, que supo captar la esencia de canciones muy alejadas de su estilo, tal como prueban sus discos en catalán Paraules d’amor y On és la gent?, en los que adaptó desde Raimon a Albert Pla y de Joan Isaac a Pi de la Serra.

Hizo del amor y el desamor del bolero una seña de identidad, en la que no importa vivir de ilusiones si se es feliz, tal como dice la letra de Voy a apagar la luz; otro de los que grabó, Miénteme, con piano jazzístico, incluido en su último disco, dice “la vida es sólo una mentira” pero, si así fuera, incluso lo malo en la voz de Moncho se convierte en ambrosía, con ese fraseo pausado y tembloroso, que alarga las palabras y los versos, siendo capaz de acariciar con ternura y de rasgar con acento jondo.

Entre sus canciones más célebres destaca Házmelo otra vez, que Bigas Luna incluyó en la banda sonora de Jamón, jamón, y sobre todo Llévatela, un bolero de Armando Manzanero que Moncho hizo suyo, superando incluso la versión de Tito Rodríguez, convirtién­dola en el mejor ejemplo de lo que significa la palabra sentimient­o, conjugando piano, seda orquestal, tumbao y un fraseo doliente que la convierte en una cumbre del estilo.

Su longeva carrera, que se acercó a los sesenta años, es todo un hito de la música popular autóctona que supo mantener en un envidiable nivel de calidad, desde que, aún adolescent­e, debutó en la fiesta mayor de su barrio de Gràcia. El que se conoció popularmen­te como El rey del bolero mora ya en el panteón de los grandes, junto a su admirado Lucho Gatica.

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