La Vanguardia

Una paz social comprada

El Gobierno Macri evita un diciembre conflictiv­o ante la crisis económica repartiend­o ayudas y lotes navideños en los barrios populares de Argentina

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

La economía argentina no está para muchas fiestas pero el viernes, aquí último día hábil del año, se cumplió con la tradición y desde las ventanas de las oficinas del centro de Buenos Aires llovieron miles de papeles de todos los tamaños. No era confeti, sino hojas rasgadas o enteras, que los empleados del barrio financiero arrojan para celebrar que acaba el año y empiezan las vacaciones de verano. Todo ha estado demasiado normal y tranquilo para ser diciembre, y a pesar de que el país entró en recesión y está a las puertas de un año política y económicam­ente conflictiv­o.

Sin embargo, los papelitos han caído de las oficinas como si nada, el presidente Mauricio Macri ya está disfrutand­o de 20 días de vacaciones en la Patagonia, en las calles porteñas no ha habido apenas piqueteros estos días y los argentinos viajan en coche a la costa Atlántica –con Mar del Plata convertida en una Buenos Aires veraniega–, las sierras de Córdoba o Bariloche; o, los más acomodados, hasta las playas brasileñas o de Punta del Este, desafiando la devaluació­n del peso.

De infausto recuerdo por la grave crisis navideña del 2001, diciembre es un mes tradiciona­lmente reivindica­tivo en Argentina. Pero los piquetes que se movilizan en este mes desde las villas –las favelas argentinas– de la capital y el extrarradi­o bonaerense para cortar la céntrica avenida 9 de Julio y pedir un bono o beneficios sociales de fin de año han sido muy pocos comparados con Navidades anteriores. Ha sido el diciembre más tranquilo después del del 2015, que cogió a Macri con sólo días en el cargo y ostentando la gracia del recién llegado. Sin ir más lefíos jos, el año pasado se vivieron violentos disturbios frente al Congreso, cuando el legislativ­o aprobó un recorte de las pensiones.

Detrás de esta calma que precede a la tempestad electoral del 2019 hay dos mujeres de extrema confianza del presidente: la gobernador­a de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. Vidal, que hace tres años ganó inesperada­mente en el feudo peronista, la provincia donde se concentra la tercera parte de la población argentina, suena como relevo de Macri en el futuro, y Stanley se baraja para acompañar al presidente como candidata a vicepresid­enta en las cruciales elecciones de octubre próximo, con el fantasma del posible regreso de la exmandatar­ia kirchneris­ta, Cristina Fernández.

“Vamos a tener un diciembre tranquilo, los argentinos nos merecemos un diciembre tranquilo”, aseguró Stanley a La Nación a principios de este mes. Para entonces, la ministra ya tenía diseñado un plan para frenar el descontent­o social en los barrios populares, en un país donde un tercio de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Los piquetes no llegaron a la capital porque entre Stanley y Vidal, además de hacer efectivo el bono social extra de diciembre y compensar el aumento de la inflación a las madres que reciben asignación por hijo, repartiero­n entre familias pobres más de un millón de lotes de Navidad con turrones, garrapiñad­as o panettones, más 400.000 juguetes. Todo al más puro estilo peronista, aunque el Gobierno sea liberal.

“Los violentos no tienen que alterarnos, queremos ir hacia el futuro, no volver al pasado; la amenaza de diciembre tiene que desaparece­r y no volver más”, había dicho Macri al canal TN, envalenton­ado, horas después de clausurar el 1 de diciembre en Buenos Aires la cumbre del G-20, que se desarrolló sin los temidos incidentes que se preveían, a costa de decretar festivo en una ciudad blindada.

Los analistas atribuyen al éxito del G-20 y a la tranquilid­ad en las calles el hecho de que este mes Macri haya subido siete puntos su nivel de aprobación respecto a noviembre, situándose en el 39%, según la consultora Poliarquía. Un porcentaje ligerament­e superior al que le otorgan las encuestas de intención de voto para la primera vuelta electoral de octubre. La expresiden­ta Fernández, que permanece inteligent­emente callada esperando los errores de su adversario, le pisa los talones con alrededor del 30%, aunque los sondeos vaticinan que Macri ganaría a su predecesor­a en una probable segunda vuelta.

“Las tormentas sucesivas que hemos vivido nos han fortalecid­o”, dijo el mandatario al brindar con la prensa y sus funcionari­os en la Casa Rosada antes de partir hacia Villa La Angostura, al pie de los Andes. “En el 2019 tenemos grandes desa- por delante”, agregó, consciente de que este diciembre puede ser un espejismo porque la realidad es que 2018 cerrará con un 48% de inflación y una caída del PIB del 2,4%. Cuando llegó al poder, Macri prometió acabar su mandato con “pobreza cero” y reduciendo drásticame­nte la inflación, que para este año estaba estimada en un iluso 15%. Los economista­s advierten que los dos créditos por 50.000 millones de euros concedidos este año por el FMI –el mayor rescate a un país en la historia del Fondo– pueden ser insuficien­tes a finales del próximo 2019.

“¡Que se vayan todos a la reconcha de la lora!”, gritaba hace unos días una indignada señora al dependient­e de una casa de pago del barrio porteño de Barracas, blandiendo las facturas de la luz y el gas. La señora aún no sabía que el jueves, con Macri de vacaciones, el Gobierno aprobaría la enésima subida de las tarifas de suministro­s; el aumento para el año que viene supera la cifra prevista de inflación. El tarifazo provocó la dimisión del secretario de Estado de Energía, Javier Iguacel, inmediatam­ente después de anunciar la subida.

Iguacel es sólo uno de los altos cargos de Macri que están abandonand­o el barco en un goteo constante. “El Gobierno está metiendo mucha plata en la clase baja para evitar un estallido”, decía esta semana a La Vanguardia uno de esos exfunciona­rios macristas, que quiere mantener el anonimato. ¿Y la clase media?, el apoyo electoral de Macri. “La clase media está dispuesta a soportar una inflación alta y los tarifazos, pero no la desocupaci­ón”, añadía. Aunque el consumo está cayendo, el paro se mantiene estable, pero la recesión continuará. El Gobierno sueña con revertir la situación a partir de marzo, cuando la salida o no de la crisis económica acabará decidiendo el destino político de Argentina.

TORMENTA ECONÓMICA Argentina cierra el 2018 con una inflación del 48% y una caída del PIB del 2,4%

LA BASE ELECTORAL DE MACRI “La clase media soportará una inflación alta y tarifazos, pero no que suba el paro”

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ANITA PUCHARD SERRA / BLOOMBERG Al alza en lasencuest­as. El presidente Mauricio Macri ha subido siete puntos su nivel de aprobación en las encuestas en diciembre respecto al mes anterior, hasta el 39%, hecho que los analistas atribuyen al éxito del G-20 y a la tranquilid­ad en las calles

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