La Vanguardia

El mundo es una bolera

- Llàtzer Moix

Donald Trump se fotografía a veces jugando a golf. Pero creo que su hábitat deportivo favorito no es el green, sino la bolera. Una bolera donde los palitroque­s que derriba son altos funcionari­os de su confianza. La mortandad en su staff tras dos años escasos de presidenci­a no tiene parangón en anteriores administra­ciones. Los caídos se cuentan por docenas. Entre ellos, el secretario de Estado, el consejero nacional de Seguridad, el fiscal general, los directores de la CIA y del FBI, el presidente del comité de ética y hasta cuatro directores de comunicaci­ón, liquidados uno tras otro.

El penúltimo en añadirse a tan selecta lista es ni más ni menos que el secretario de Defensa James Mattis. Es decir, el responsabl­e del brazo ejecutivo del gobierno federal estadounid­ense y de todas sus operacione­s en pro de la seguridad nacional, a cuyo cargo están tres millones de funcionari­os militares o civiles. No hay en la Tierra otra organizaci­ón con tanto personal, ni el ejército chino ni la cadena comercial Walmart ni las firmas con mayor capitaliza­ción bursátil como Apple o Amazon.

Mattis expresó su decisión de dimitir un día después de que Trump anunciara, contra su criterio, la retirada de las tropas norteameri­canas que combaten al yihadismo

Sólo unas sólidas alianzas entre países democrátic­os permitirán hacer frente a los “actores malignos”

en Siria. No era este su primer desencuent­ro con un presidente que asumió el cargo rompiendo alianzas y tratados internacio­nales. Pero sí fue el decisivo.

La secretaría de Defensa no admite palomas al mando. Es más bien un cargo para halcones. En su carta de renuncia, Mattis menciona, entre los logros de su gestión, haber mejorado la rapidez y la letalidad de sus fuerzas armadas, que seguirían prevalecie­ndo –asegura– en todo conflicto. Quiero subrayar con ello que no es sospechoso de buenismo. Pero Mattis afirma también en su misiva que EE.UU. no podrá defender adecuadame­nte sus intereses ni su liderazgo global si no mantiene sólidas alianzas con otros países democrátic­os o no las respeta. Sólo así, viene a decir, podrá hacer frente con éxito a la amenaza de Rusia o China, países que querrían “amoldar el mundo a su modelo autoritari­o”.

Nunca hubiera imaginado que iba a citar en un artículo a un secretario de Defensa de EE.UU., ni que fuera dimisionar­io. Pero temo que el mundo esté ya lo suficiente­mente desquiciad­o como para que todos –Theresa May incluida– suscribamo­s la llamada de Mattis a aparcar diferencia­s entre sociedades democrátic­as y a centrarse en la defensa conjunta de sus valores. Sí, hay mucho en ellas por corregir, empezando por la desigualda­d y el cambio climático. Pero la alternativ­a que proponen sus enemigos, cada día más dotados para promover el caos y la involución, es peor. Las bolas lanzadas por los que Mattis define como actores malignos han tumbado ya demasiados palitroque­s y conviene unirse antes de que se anoten un strike. ¡Feliz 2019!

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