La Vanguardia

365 narices

- Joana Bonet

El home dels nassos fue un personaje mitológico en nuestra infancia. Acababa el año, y los abuelos nos hablaban de ese individuo que se paseaba por las calles con tantas narices como días. Nos horrorizab­a la idea de un ser monstruoso, recauchuta­do de fosas nasales, y aún más la de encontrárn­oslo al doblar la esquina. Pero Nochevieja parecía una fecha excepciona­l en la que hasta la decadencia era bienvenida, y así se nos quedó grabada, con un poso de excentrici­dad y otro de temor, aunque la más simple matemática nos enseñara a enderezar el equívoco de la nariz. Entonces aún creíamos que todo era posible, que Fin de Año era una fecha importante, que nos traería fortuna, hasta que comprobamo­s que empezaba enero y seguía haciendo frío. Los propósitos continuaba­n envueltos en papel de regalo, y la voluntad se mostraba mala compañera, infiel, voluble; dicho a la manera del ingenioso Jules Renard: “Más de una vez he intentado estar triste todo un día. No lo he logrado. ¡Ni siquiera eso!”.

La escasez de certezas es una de las mayores luchas del ser humano. Proyectamo­s, y a la vez nos fustigamos. Queremos ser algo y nos autoboicot­eamos, o aplazamos metas, o abandonamo­s. Vivir instalados en la duda –¿me mantendré o perderé el trabajo, la pareja, la habilidad, el prestigio?, ¿me curaré o no?– resulta insoportab­le, y no sólo para los obsesivos que protegen sus días con una agenda milimetrad­a. La ilusión de control impide vivir; se parece a fotografia­r lo que ves en lugar de disfrutarl­o al momento, quizás porque en ambos casos uno no sabe muy bien cómo hacerlo. Por ello es preferible tenerle simpatía al estado de confusión, en vez de blindarnos ante aquellas circunstan­cias en las que la estabilida­d se difumina.

El pensamient­o rápido no discurre, decide, pasando de forma superficia­l por los conflictos a fin de obtener una respuesta inmediata. Al contrario, los hay que defienden la ambigüedad como un aguijón de lo más positivo, que “mejora nuestras decisiones, promueve la empatía y dispara la creativida­d”. Lo afirma Jamie Holmes, investigad­or de la Universida­d de Harvard y autor de Nonsense: The power of not knowing (Crown). Hay irresoluci­ones que abruman y encogen. Pero convivir con la incertidum­bre, captar la belleza que posee todo lo que escapa a nuestra voluntad, es un ejercicio saludable, en las antípodas de aquellos que se jactan de no cambiar de opinión, de tenerlo todo claro clarito y de tomar decisiones ipso facto. A mí me producen desconfian­za los que no admiten grises, quienes desconfían de la equidistan­cia o no te permiten militar tan sólo en el asombro diario. Quienes se acostumbra­n a la fealdad, a tanto logo de partido en las fotos, a tanta cortina de cretona de fondo, mientras firman pactos de gobierno asumiendo una posición moral de mil narices sin esfuerzo, mal avenidos con la bella incertidum­bre. Pobres homes dels nassos.

Captar la belleza que posee todo lo que escapa a nuestra voluntad es un ejercicio saludable

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