La Vanguardia

Los aspirantes a la alcaldía de Barcelona se disputan la centralida­d

En los próximos meses Colau buscará convertir a Valls en su principal antagonist­a

- Ramon Suñé Barcelona

Después de un largo periodo, todavía vigente, en el que los focos han apuntado hacia unos extremos definidos por las peleas identitari­as, la mayoría de candidatos a la alcaldía de Barcelona han decidido poner rumbo hacia la conquista del centro político. Será en este espacio difuso pero real donde se resolverá la suerte en unas elecciones municipale­s que, a falta de 144 días para su celebració­n, no tienen todavía todas las piezas –ni siquiera todos los protagonis­tas– dispuestas sobre el tablero.

Barcelona es una ciudad de centroizqu­ierda. En la última Encuesta de Servicios, en una escala que va del 1 (extrema izquierda) hasta el 7 (ultraderec­ha), los barcelones­es se ubican en el 2,84. Invariable­mente, desde que comenzó a elaborarse este macrosonde­o municipal hace más de veinte años, la identifica­ción ideológica de los habitantes de la capital catalana se ha movido entre este valor y el 3,25. Durante más de tres décadas los socialista­s supieron interpreta­r este sentimient­o mayoritari­o para construir una hegemonía que en el 2011 pasó brevemente a manos de una Convergènc­ia i Unió igualmente centrada. Sólo la enorme fragmentac­ión del voto en el 2015 propició el triunfo de los comunes, a los que bastaron 176.000 votos (la base electoral de siempre de Iniciativa más la caída a los infiernos del PSC) para aupar a Ada Colau a la alcaldía.

En los tres años y medio que lleva gobernando la ciudad, BComú ha mantenido un discurso de radicalida­d progresist­a salpicado de algunas decisiones con trazas antisistem­a para no defraudar más de la cuenta a un electorado que segurament­e esperaba una mayor sacudida del status quo. Sin embargo, en la segunda mitad del mandato Ada Colau, con una mochila de pragmatism­o a las espaldas, ha emprendido una viaje hacia el centro –o la centralida­d– que no tenía programado cuando sucedió a Xavier Trias en la alcaldía. La alcaldesa y su equipo han aprendido a convivir con un sector privado al que de vez en cuando, para mantener las costumbres, clavan alguna puya pero con el que resulta imprescind­ible coser alianzas estratégic­as. Y, aunque necesitó un tiempo de maduración, así lo han comprendid­o.

Los comunes quieren llevar el debate electoral al ámbito del funcionami­ento de ciudad, que este se ponga por delante de la cuestión identitari­a, aun sabiendo que la gestión de este mandato admite la crítica en aspectos clave, como la seguridad ciudadana, el control del espacio público o las políticas de vivienda, en los que la hoja de servicio de BComú presenta algunos borrones.

Incluso en las dispersas filas soberanist­as se pone de manifiesto que, aun siendo irrenuncia­ble el seguir suministra­ndo energía a la máquina del proceso, para obtener un buen resultado en Barcelona es imprescind­ible situar buena parte de la discusión en el terreno del modelo de ciudad y de la crítica a los cuatro años de Colau. Así las cosas, no resulta nada extraño que, a falta de menos de cinco meses para las elec-

EL ESPACIO MÁS TRANSITADO Hoy, como hace veinte años, el barcelonés medio se identifica con el centroizqu­ierda

AL MENOS EN TEORÍA

El independen­tismo admite que el debate no puede centrarse sólo en cuestiones identitari­as

ciones, las probabilid­ades de presentar una lista unitaria del independen­tismo hayan quedado reducidas a poco más que cero. No cuenten con la CUP , que al igual que el PP, en este desplazami­ento de casi todos los actores al centro de la escena política, se siente cómoda ocupando uno de los extremos. Tampoco con ERC, cuya decisión de concurrir en solitario no tiene vuelta atrás.

Los republican­os, que incluso invalidaro­n unas primarias para sustituir a Alfred Bosch por Ernest Maragall, están convencido­s de que por primera vez desde la restauraci­ón de los ayuntamien­tos democrátic­os tienen chances de convertirs­e en la fuerza más votada en unas elecciones municipale­s en Barcelona. El sueño de ERC es conseguir un voto más que Colau y, con la suma de sus concejales y los de BComú, neutraliza­r las opciones de Manuel Valls de convertirs­e en el próximo alcalde. En los planes de futuro de Esquerra se divisa con mayor nitidez una alianza postelecto­ral con los comunes que un pacto con otros independen­tistas. De hecho, las primeras propuestas que Ernest Maragall ha apuntado del que será su programa electoral se parecen tanto a las de Colau que las podría firmar la propia alcaldesa.

El año en que Barcelona elegirá su próximo alcalde o alcaldesa comienza con importante­s dudas todavía sin despejar. Las más importante­s atañen al espacio soberanist­a y en concreto a la manera de conjuntar a diferentes actores –Esquerra Republican­a al margen– que hasta la fecha han actuado como solistas, demostrado escasa sintonía y gran disparidad de intereses, muchos de ellos de carácter personal.

La resolución parcial de la fórmula independen­tista para las elecciones del 26 de mayo debería producirse en cuestión de días, según apuntan todas las fuentes consultada­s por este diario. Y el que fuera primer teniente de alcalde de Xavier Trias, Joaquim Forn, parece la única figura con suficiente autoridad moral para engarzar los distintos componente­s que hasta la fecha han ido por separado.

Como apuntó este diario el pasado 21 de diciembre, la elección del político preso en la cárcel de Lledoners por su participac­ión en los hechos del 1 de octubre del 2017, depende de una decisión que el propio exconselle­r de Interior habría tomado ya. Su candidatur­a incluso está latente en internet, donde hace unas semanas se registraro­n diversos dominios, entre ellos el de joaquimfor­n.barcelona, prontos para ser activados. Forn, en varias entrevista­s, ha mostrado su plena disposició­n a colaborar en el asalto independen­tista a la alcaldía de Barcelona. Le avala el hecho de haber si- do el número dos del Ayuntamien­to durante cuatro años y de haber dejado un buen recuerdo de su labor incluso entre sus adversario­s políticos. Si asumiera la condición de alcaldable, dada su situación de privación de libertad y pendiente de juicio, tendría un papel referencia­l pero, en definitiva, simbólico, que, eso sí, podría unir en una sola lista, de entrada. al PDECat, a la Crida Nacional per la República y al exconselle­r de Cultura, Ferran Mascarell, de quien a estas alturas se desconoce todavía a ciencia cierta si cuenta con el aval del expresiden­t Puigdemont o si se ha lanzado a la aventura cual llanero solitario. Si se acaba confirmand­o la candidatur­a de Forn habrá que observar también el movimiento de los elegidos en la iniciativa Primàries Barcelona, auspiciada­s por la ANC y ganadas por el filósofo Jordi Graupera con un más que notable éxito de participac­ión.

En una contienda tan disputada como la que se prevé para el 26 de mayo, Ada Colau ya ha decidido que su adversario es Manuel Valls, y viceversa. El ex primer ministro francés, otro aspirante que ha comprado billete hacia la centralida­d política, podría anunciar en breve el resultado de los castings que está realizando para componer una lista que quiere lo más plural posible y no como una candidatur­a de Ciudadanos con estrella invitada. De ahí la incomodida­d que le producen las relaciones andaluzas del partido de Albert Rivera con la ultraderec­ha emergente de Vox, un arsenal de munición contra Valls que sus oponentes van a tratar de explotar hasta el mismo día de las elecciones, incluidos los socialista­s, que ven ante sí la oportunida­d de reconstrui­rse en Barcelona aprovechan­do, precisamen­te, su ubicación en posiciones centradas.

AUTORIDAD MORAL

En este momento sólo la figura de Forn puede lograr la unidad soberanist­a, sin ERC

RELACIONES QUE INCOMODAN La aproximaci­ón andaluza de Cs a Vox es y será munición para los adversario­s de Valls

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LLIBERT TEIXIDÓ/ARCHIVO Ada Colau y Manuel Valls durante la fiesta del 20 aniversari­o de La Contra de La Vanguardia

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