Qué difícil es dimitir

DEBE irse Susana Díaz? La aún líder del PSOE andaluz asegura que no va a dimitir. Alega que ha ganado las elecciones, aunque un pacto de tres fuerzas la desaloje del poder, y que cuenta con el 33% de los votos de su comunidad. En política se distinguen dos tipos de dimisiones: las motivadas por una reflexión personal o las inducidas, en general, por una presión insoportable, sea por parte de la justicia, de la opinión pública o publicada o por el empuje de un enemigo interno con más poder.

Hecha esa distinción, los métodos para renunciar también varían. Hay dimisiones en caliente (pocas), reposadas (tras recibir algunas llamadas), en diferido (cuando ya nadie se acuerda del motivo), sacrificadas (para no perjudicar al partido o al gobierno), dignísimas o por la puerta de atrás, injustas o más que justificadas… En Catalunya se ha popularizado la modalidad de dimisión con billete de vuelta, que se ha dado en llamar “paso al lado”.

Contrariamente a la leyenda popular, en España se dimite. Quizá no tanto como a algunos les gustaría (los hay que querrían gobernar por incomparecencia del rival). Otra cuestión es que se dimita por lo que se debería en lugar de porque no queda más remedio. Este 2018 que acabamos de dejar atrás se fueron los ministros Màxim Huerta y Carmen Montón, pero también María Dolores de Cospedal abandonó la ejecutiva del PP y su escaño de diputada, o Cristina Cifuentes renunció a la presidencia de la Comunidad de Madrid. A Rajoy le pidió la dimisión primero el PSOE y luego su propio partido. El mismo día. Fiel a su estilo, como Bartleby, prefirió no hacerlo.

A veces valoramos la diligencia del que dimite y otras ensalzamos la capacidad de superar los embates de aquel que parecía ya fuera de juego. Lo llamamos resiliencia. Pedro Sánchez pasa por ser un campeón de la resiliencia. ¿Querrá Susana Díaz emular a su mayor enemigo? Quizá no recuerde aquel día en que él dimitió. Como secretario general del

PSOE el 2 de octubre del 2016.