La Vanguardia

Virginia Gómez

PRESIDENTA DEL JURADO DEL DAKAR

- TONI LÓPEZ JORDÀ Madrid

La española Virginia Gómez (37) es la presidenta del jurado de motos y quads del Dakar, que decide las sanciones que pueden recibir los pilotos. Su valía y conocimien­tos avalan un más que posible ascenso a directora de carrera.

Cuando se habla del juez supremo de un comité sancionado­r uno imagina a un señor entrado en años y en kilos, con cara de pocos amigos. En el Dakar, nada más lejos de la realidad. El presidente del Jurado (así se llama el órgano sancionado­r) es la presidenta, una mujer, menor de 40 años, con una sonrisa de oreja a oreja. Es lo que más desconcier­ta –y agradecen– los competidor­es de motos y quads: la cordialida­d y dulzura que desprende Virginia Gómez, la juez amable. Esta ingeniera industrial mecánica afronta su segundo Dakar en este cargo de elevada responsabi­lidad, después de cuatro ediciones haciendo de “super mami” de Laia Sanz.

La pregunta es obligada: ¿Cómo una mujer, que no sabe ni montar en moto –“jamás he ido ni de paquete”–, con sólo 37 años, llega a decidir las sanciones de los pilotos del rally más duro del mundo, en una empresa como ASO y sin hablar francés? “Por casualidad... aunque desde niña este ha sido mi mundo, porque mis padres eran moteros y organizado­res de rallies TT”, dice Virginia, que da una pista: “Conmigo valoraron mi experienci­a profesiona­l en las carreras”. Que no era poca: 18 años como oficial de carreras de motos, en todas las especialid­ades del off road, ya que a los 16 se sacó las licencias de directora de caqueta, rrera, de comisaria deportiva y de comisaria técnica. Es una de los únicos 30 oficiales de la FIM con licencia de rally cross-country. “Me considero una profesiona­l”, asevera.

Su llegada al Dakar se la debe básicament­e a Laia Sanz y a su ex. “Me casé con un periodista y pasas a ser periodista consorte. En la agencia (que dirige su exmarido) me ocupaba de la logística y organizaci­ón de ruedas de prensa, de la parte administra­tiva y la edición de textos, y así fue como conocí a Laia, en el 2010, antes de su primer Dakar, ya que le llevábamos la comunicaci­ón”.

Su relación con la piloto catalana se fue estrechand­o rápidament­e. “Dos mujeres en un mundo de hombres hizo que nos fuéramos entendiend­o y trabando una amistad”. Tanta que Virginia acabó haciéndole de asistente en el Mundial de enduro del 2013, y acompañánd­ola al Dakar en cuatro ediciones, del 2014 al 2017, como chica para todo. “Al final, en el Dakar, se necesita una persona que te haga un poco de psicóloga cuando has tenido una mala etapa; cuando le ha ido bien, hablas de la carrera; cuando no, hablas de chicos...”, justifica comprensiv­a Gómez. “A Laia le preparaba la cha- la documentac­ión... y ella tenía la tranquilid­ad de preocupars­e solo de correr. Hasta la despertaba, porque le daba miedo dormirse. Le hacía de mamá, absolutame­nte. Eso le daba mucha tranquilid­ad, le regala paz y tiempo para descansar”.

El salto de ver el Dakar entre bambalinas a participar como juez y parte lo dio en el 2017, a propuesta de Marc Coma, que era el director deportivo. “Con Marc nos conocíamos de hacía un montón de años: ¡le había llegado a excluir de una Baja Aragón...! Pensaba que yo era una persona seria y me propuso para presidenta del jurado de motos y quads”, cargo en el que debutó en la anterior edición, y en el que junto a dos comisarios deportivos tiene como función decidir las sanciones “y comerse marrones”. Se explica Gómez: “Aplicamos el reglamento –donde está casi todo estipulado– pero cuando hay algo que no está claramente especifica­do o no aparece, me toca, con mi equipo, decidir qué hacemos”.

Es entonces cuando aparece la Virginia con puño de acero en guante de seda. “Soy muy exigente conmigo misma ya en la vida normal. Pero en el Dakar soy extremadam­ente exigente porque es un cargo de mucha responsabi­lidad y quiero hacerlo bien”. Por eso a veces le toca ser inflexible, aunque le duela. Como le sucedió en su primera decisión, cuando en la primera etapa del 2018 tuvo que castigar a 63 pilotos con una sanción de una hora por un error de la organizaci­ón. “¿Sabes que es que te venga un chaval de veintitant­os años llorando, diciendo que le has jodido la vida, sin ser culpa suya? En esos momentos trago mucha saliva; lo paso fatal; los atiendo a todos con la mayor serenidad y amabilidad que puedo; me hablan un poco regulero, los entiendo; les explico el por qué de la decisión y les animo a hallar una mejor. Duele mucho tomar esas decisiones”.

Pero se siente realizada. “La felicidad la encuentro en hacer bien mi trabajo y en sentirme justa; me tomo muchas molestias para hacerlo bien, hablo con todo el mundo hasta que estoy muy convencida”, dice Virginia, que nunca ha vivido una situación incómoda con algún piloto que se excediese. “En un cargo así se nota muchísimo que de repente todo el mundo es más amable contigo. Todos intentan convencert­e, son como niños... Pero ninguno ha ido más allá. Me siento respetada por ser mujer”, asegura la juez, que se ha ganado el respeto y la estima de los pilotos y la ASO. “Entiendo que están contentos conmigo. En un rally tan duro como el Dakar, la gente valora encontrar una cara sonriente, amable y con predisposi­ción a resolver problemas, con amabilidad y buen trato. Creo que sí tengo recorrido en la ASO”.

Un ascenso sería llegar a directora de carrera de motos y quads, cargo que ocupa Marc Ducrocq. De momento ya la han nombrado directora de carrera del Merzouga Rally en abril. “No hay que ser muy lista para ver que me probarán”.

EXIGENCIA Y SATISFACCI­ÓN “Mi felicidad es hacer bien mi trabajo y sentirme justa; me tomo muchas molestias para hacerlo bien”

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ÀLEX GARCIA Virginia Gómez vivirá su segundo Dakar como responsabl­e máxima del órgano sancionado­r de motos y quads; es la primera mujer, y menor de 40, en este cargo
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