La Vanguardia

El año más duro

- Antoni Puigverd

El flamante 2019 no invita al optimismo. Enquistado y laberíntic­o, el pleito catalán no tiene salida. Y Vox, actor inesperado, llega con la intención de incendiarl­o. El juicio de los líderes independen­tistas encarcelad­os infectará de nuevo las emociones. Como ocurrió con la actuación policial del uno de octubre, inyectará rabia, ofuscación y resentimie­nto en los catalanes independen­tistas.

Dejando de lado el contexto mundial (también lóbrego), otros muchos problemas obligan a pensar mal de este flamante 2019: el frenazo del crecimient­o, el peso de la deuda y el malestar social acumulado durante la larga crisis económica, enmascarad­a más que superada. Por consiguien­te, prosperida­d, igualdad, paz civil o concordia no serán las palabras más afines a los 12 meses que acabamos de iniciar.

Pero en este contexto dominado por el pesimismo de la razón, un objetivo sagrado reclamará optimismo voluntaris­ta: la democracia. Este año habrá defenderla, si es necesario, con uñas y dientes. Formalment­e, la democracia (como expresión de las mayorías) no está en peligro en España. Pero, como ya ocurre en Rusia, Brasil o Turquía, sí estará en peligro el adjetivo que la acompaña. La democracia liberal es la que respeta y protege a las minorías del furor y la prepotenci­a de las mayorías. Tal concepción de la democracia estará en grave riesgo este año.

De hecho, en Catalunya ya está en riesgo de un tiempo a esta parte. Desde que el independen­tismo sacrificó los usos democrátic­os al altar de la patria. La estigmatiz­ación e invisibili­zación de la minoría contraria a la independen­cia (la mitad del país, en realidad) ha sido el gran error del independen­tismo. Un error que llegó al clímax en las sesiones parlamenta­rias del 6 y 7 de septiembre del 2017; y sigue activo, como revelan los discursos del president Torra. El abuso del poder institucio­nal catalán es una burla a la democracia liberal, pero puede ser sólo un pálido esbozo del iliberalis­mo rampante que favorecen y desean los tres partidos en pugna de la derecha española.

En este 2019, el tripartito que ya cristaliza en Andalucía puede tener en sus manos, en las elecciones de primavera, la posibilida­d de vulnerar los 40 años de democracia liberal para introducir­nos en una nueva etapa en la que el nacionalis­mo español esté en condicione­s de destruir definitiva­mente los pactos de la transición y de imponerse sin contemplac­iones a todas las minorías discrepant­es. En vista de ello, no podemos encarar con fatalismo el año que inauguramo­s. La batalla nos afecta a todos y obligará al nacionalis­mo catalán a rectificar, si no quiere convertirs­e en quintacolu­mna del tripartito de derechas.

“Los más peligrosos de nuestros cálculos son aquellos que se fundamenta­n en la ilusión”, sostiene el olvidado Bernanos en Diálogos de Carmelitas (Ed. Encuentro). El mal menor exige mayor coraje que los ideales euforizant­es. Estamos obligados a fundamenta­r nuestros cálculos en la cruda realidad y en el análisis de la correlació­n de fuerzas: ha llegado el año más duro.

2019: el nacionalis­mo español puede estar en condicione­s de aplastar a las minorías discrepant­es

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