La Vanguardia

Vox lanza su órdago (de género)

- Carlos Mármol

La palabra órdago significa desafío. Se utiliza en el mus cuando la apuesta entre dos jugadores implica una suerte final: o todo o nada. El término procede del euskera or dago (ahí está). Es una expresión de intimidaci­ón. Con este sentido la está utilizando Vox, el partido ultraderec­hista del que depende la alternanci­a en Andalucía, en el complejo tablero político del sur. La hipotética entronizac­ión de Juan Manuel Moreno (PP) y el acuerdo entre PP y Cs dependen de los votos de sus doce diputados, que tras respaldar hace siete días la designació­n de Marta Bosquet como presidenta de la Cámara legislativ­a se han descolgado con la exigencia de suprimir del pacto PP-Cs un punto donde ambos partidos plantean un acuerdo contra la violencia de género con su correspond­iente dotación presupuest­aria.

El envite está relacionad­o con los sondeos electorale­s, que les otorgan 45 escaños en unas generales adelantada­s. La posición maximalist­a de Vox busca erosionar al PP y acorralar a Cs, que intenta evitar que se los vincule con políticas ultraderec­histas. Está por ver, sin embargo, que la amenaza termine haciéndose efectiva: la imposibili­dad de investir a Moreno como presidente abocaría a una repetición electoral que frustraría la pulsión de cambio que reflejaron las urnas el 2-D. Si la hubiera, los responsabl­es ante los electores serían los diputados de Vox. No parece factible que PP y Cs vayan a compartir esta responsabi­lidad, aunque puedan terminar siendo sus víctimas.

De ahí que ambas fuerzas políticas hayan marcado distancias con Vox, confiando en que al final se bajarán de la montaña rusa. La cuestión es cómo apearse con el tren en marcha. Su desafío deviene inasumible no sólo por su coste electoral –para Cs y PP–, sino porque implicaría que las dos fuerzas en disposició­n de gobernar Andalucía tendrían que cambiar su posición en la Cámara andaluza, donde ambas han respaldado las leyes de género de la última legislatur­a: una sobre violencia contra las mujeres y otra sobre igualdad. Que el órdago apunta a Cs no cabe duda: la ponente de ambas leyes por parte del grupo naranja fue Marta Bosquet, elegida presidenta del Parlamento hace una semana con su anuencia. Bosquet introdujo enmiendas para ampliar la condición de víctimas a los menores y a las personas bajo tutela de las mujeres afectadas, apoyó los programas obligatori­os de formación en género para los funcionari­os y la extensión de estos mismos contenidos a primaria y secundaria, prácticas que Vox considera muestras de la “ideología de género impulsada por las asociacion­es feministas podemitas radicales” (sic). Bosquet es favorable también a las subvencion­es a las asociacion­es feministas, una práctica que permite, mediante la realizació­n de programas de distinta índole, financiar indirectam­ente a este tejido social. La normativa andaluza sobre esta cuestión fue aprobada en el Parlamento por 102 votos a favor, ninguno en contra y seis abstencion­es.

Asumir el órdago de Vox implicaría para Cs desautoriz­ar a la actual presidenta del Parlamento. Para el PP significar­ía alinearse frente a colectivos sociales con capacidad de movilizaci­ón. Dos circunstan­cias nada favorables en un tiempo político marcado por las sucesivas convocator­ias electorale­s. El problema es que Vox mantiene posiciones negacionis­tas sobre esta cuestión. Su lectura de las políticas de género es dogmática. Y un dogmático sigue andando aunque el sendero por el que camine conduzca a un precipicio.

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