La Vanguardia

La secadora y el burro (fábula)

- Quim Monzó

Una noche de estas fiestas navideñas, en una de las quines (llamadas quintos en otras zonas de Catalunya) que se celebran en el local de la antigua Sociedad de Socorros Mutuos de Maçanet de Cabrenys, en el Alt Empordà, a un grupo de amigos (ocho adultos y dos niños) les tocó una secadora de ropa. En cuanto la tuvieron corrieron a hacerse fotos, risueños, en torno al electrodom­éstico. Yo intentaba calcular cómo se lo montarían para repartírse­la entre tantas personas. Pensé que quizás optarían por una solución al estilo de la del rey Salomón cuando, ante dos mujeres que decían ser la auténtica madre de un niño que ambas reclamaban como suyo, para decidir cuál mentía y cuál decía la verdad pidió que trajesen una espada y ordenó: “Cortadlo por la mitad y dad una parte a cada mujer”. La continuaci­ón de la historia es suficiente­mente conocida y, por si acaso hay alguien que no la sabe, no le haré ahora un spoiler. Pues con la secadora, algo parecido. Uno de los amigos se llevaría la puerta, otro el motor, otro el tambor, otro los filtros, la carcasa el de más allá, y la botonera para quien la quisiera. Pero pronto apareció la solución definitiva. Una familia que también había asistido a la quina les propuso un intercambi­o: si el grupo de amigos les daban la secadora, a cambio les darían el lote de Navidad (con jamón incluido) que les había tocado a ellos. El trato fue aceptado enseguida. Un lote de productos comestible­s (y bebibles) siempre es más fácil de repartir que una secadora.

En general, a la gente que va a quines le gustan más los premios especiales (lavadoras, bicicletas, televisore­s...) que los lotes, que incluyen productos que no son de mucha calidad y por lo tanto generan menos emoción. Sin salir del Alt Empordà, este fin de semana pasado en la quina de Llers daban un burro como premio. Un burro autóctono, lo que habitualme­nte conocemos como burro catalán, una raza en peligro de extinción. Alguien se dio cuenta y lo denunció a través de las redes sociales, porque la ley de Protección de los Animales prohíbe ir sorteando burros por ahí. Después de que saltara la alarma, la Comisión de Protección de los Derechos de los Animales del Col·legi d’Advocats de Girona se puso en contacto con el Ayuntamien­to. El alcalde, Carles Fortiana, les ha dicho que no sabían que lo que hacían estuviera prohibido y se ha comprometi­do a retirar el burro de las quines futuras. Es el mismo alcalde que, hace un par de semanas, cuando alguien robó el tió que tenían en una rotonda, decidió poner otro y fijarlo a la escultura central con una cadena de grandes dimensione­s. Por lo que se refiere al burro, se ve que hacía cosa de cinco años que lo ofrecían, como uno más de los premios de la quina, pero nadie lo había escogido nunca. “¡A ver qué vamos a hacer nosotros, con un burro en casa!”. Ahora que ya lo han retirado, seguro que la próxima Navidad alguien protestará y dirá que, sin burro, las quines de Llers ya no son lo que habían sido.

El quinto se juega en media Catalunya, algunas comarcas valenciana­s, parte de Francia y Valonia

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