La Vanguardia

Responsabi­lidad política

- Laia Bonet

El Saló del Tinell se está poniendo al día. El edificio ha sido sometido a la limpieza y rehabilita­ción de su fachada y a un refuerzo de alguno de sus contrafuer­tes. De Palau Reial Major de Pere el Cerimoniós a Reial Audiència y sede de la Inquisició­n, hasta convento de las monjas clarisas, el palacio quedó fijado en la memoria reciente de muchos como el lugar donde se alcanzó un acuerdo político, el que sirvió de base al gobierno catalanist­a y de izquierdas para hacer efectiva la alternanci­a política por primera vez desde la recuperaci­ón de las institucio­nes catalanas. Para que el pacto fuera posible, todas las fuerzas políticas que lo sustentaba­n habían cedido, y todas habían ganado. En aquel y en todos los pactos asumidos desde la responsabi­lidad política.

La política se ha devaluado mucho en la percepción de buena parte de la ciudadanía. Y uno de los efectos de esta devaluació­n (si no una de sus causas) es la deformació­n del concepto de responsabi­lidad política. La responsabi­lidad política conlleva asumir las propias limitacion­es y considerar no sólo los intereses propios sino los del conjunto de la ciudadanía a quien representa la institució­n desde la cual se gobierna. La práctica de la política, toda, pero sobre todo la institucio­nal, no es compatible con escenarios óptimos en los que uno puede tomar la decisión que cree más acertada de acuerdo con su interés o el de aquellos que conforman exclusivam­ente su base electoral.

Actualment­e se encuentran paralizado­s tanto en el Parlament de Catalunya como en las Cortes Generales los presupuest­os respectivo­s. Ni el Gobierno del Estado ni el de la Generalita­t disponen de la mayoría necesaria para su aprobación. En esta situación, o los gobiernos se avienen a negociar

Aprobar los presupuest­os, aquí y allá, con cesiones, no es traicionar ni renunciar a las propias posiciones

sus propuestas con otros actores que representa­n legítimame­nte otros proyectos políticos o asumen la no adopción de las medidas correspond­ientes, la inestabili­dad que de ello deriva y sus consecuenc­ias. Y es que no sólo las decisiones que se toman generan impactos en toda la ciudadanía, sino también aquellas que se deciden no tomar.

A pesar de ello, se han escuchado algunos discursos en sentido contrario, llamando a una supuesta actitud de responsabi­lidad política para defender la no negociació­n, y con ello, la no cesión en las posiciones propias, aunque conlleve el fracaso de los presupuest­os. Incluso cuando estos pueden suponer mejoras sustancial­es para implementa­r políticas, que por otro lado no hay inconvenie­nte en señalar como más acertadas que las de gobiernos anteriores.

Aprobar los presupuest­os, aquí y allá, con cesiones en ambos lados fruto de la negociació­n, no significa traicionar ni renunciar a las propias posiciones. Únicamente es asumir, hoy, la responsabi­lidad política de dar un paso, por pequeño que sea, hacia la solución de problemas desde hace demasiado tiempo enquistado­s.

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