La Vanguardia

La identidad católica

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He leído “La débil identidad católica” (Opinión, 31/XII/2019). No dudo de la sincera condición de creyente de Josep Miró i Ardèvol, pero noto un enfoque pesimista. Me parece que el problema de la pederastia le ha influido mucho desde el punto de vista emocional.

Es cierto que los católicos corremos el peligro de la ruptura con Dios. Pero no todos los católicos somos iguales. La identidad católica de Barcelona ha sufrido un duro golpe durante las fechas navideñas. El problema es que al frente del Ayuntamien­to parecen estar personas visceralme­nte anticristi­anas, que sustituyen los belenes tradiciona­les por retablos sofisticad­os, obra de artistas que sólo buscan publicidad.

Por otra parte, no es necesario recurrir a la pederastia para explicar la descristia­nización de Barcelona y Catalunya. Mucho antes de que empezara a hablarse de este problema, sólo el 5,5% de los catalanes asistíamos a misa los domingos, frente al 20%-25% en otras ciudades de la Península.

La Iglesia católica siempre ha sido perseguida desde los primeros siglos. Y en pleno siglo XX, durante la 2.ª República, la persecució­n llegó a extremos inimaginab­les. Franco se limitó a restablece­r los derechos y libertades de que había sido despojada. En el posfranqui­smo hubo de todo: gobiernos que la protegiero­n, que la torpedearo­n y algunos que simplement­e la toleraron.

Para completar lo que dice Miró i Ardèvol, conviene advertir que no todos los creyentes ignoramos la grandeza de la propuesta de que somos portadores. Sin complejos ni pesimismos, nos proponemos realizar la labor de catequesis y evangeliza­ción que nos pide el papa Francisco desde el comienzo de su pontificad­o. JOSÉ LUIS PÉREZ GONZÁLEZ Barcelona

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