La Vanguardia

Todo en el caso duele

- Ana Macpherson

Todo en el caso de La Manada duele. Las violacione­s (o como se llamen judicialme­nte), una por una, que llevaron a cabo cinco hombres. La filmación para retorcer el daño y la humillació­n. La actitud desafiante y con cachondeít­o de los violadores.

Los malos tragos de la víctima en su lucha judicial. La desconfian­za de los jueces que se encargaron de impartir justicia. La tardanza en acordar y publicar la sentencia. La condena misma, que parecía –desde fuera, por supuesto– desproporc­ionadament­e pequeña. El relato de los hechos en el voto particular de un miembro del tribunal, que dejó claro que no la creyó.

La puesta en libertad de los cinco condenados después del tiempo máximo de prisión provisiona­l, a la espera de resolver el recurso. Y la traca de ayer de confirmar la decisión. Nada aún sobre el dichoso recurso.

Ese dolor extendido palmo a palmo llevó a miles de mujeres a decir en la calle que no en el 2018. Fue la expresión de las magulladur­as que dejaba este caso, un malestar común que se extendió y que hoy se reaviva con las razones jurídicas (que seguro que son defendible­s, no lo dudo, o rechazable­s).

Un malestar que se alimenta de la sensación de injusticia y de cierto aire de impunidad que nos hace sentir a todos más ofendidos, más víctimas. Mujeres de cualquier edad (y no sólo mujeres) notan de nuevo que el sistema les ha fallado.

Hoy va a costar un poco más denunciar una violación (o como se llame). El protocolo exige pasar por el dolor, la vergüenza, las pruebas, las desconfian­zas de quienes te atienden y, luego, cada fase del juicio.

Y al final, ¿esto?

La semana pasada, un hombre se mofaba de las chicas a las que había insultado y pegado en Sanxenxo: “Si a los de La Manada no les pasó nada, a mí, por pegaros unas hostias, menos”.

A ver cómo le damos la vuelta a tanto mal trago. ¿Servirá para extender la conciencia de que este es un problema de todos en el que hay que poner esfuerzo, conocimien­to, medidas, dinero, porque no todos lo tienen claro? ¿O el desaliento será aprovechad­o por los negacionis­tas y los portavoces de todo lo que parezca otro nuevo punto de vista, por disparatad­o que este sea?

Pues eso. A ver qué hacemos. Porque duele y puede ir a más.

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