Madonna rinde tributo a la cuna del movimiento gay
La cantante actúa, por sorpresa, en el mítico Stonewall
Es un bar con memoria, en el que, rompiendo barreras, las paredes hablan y cantan.
“Estoy aquí con satisfacción, en el lugar donde empezó el orgullo, en el legendario Stonewall Inn, en el nacimiento de un nuevo año. Juntos esta noche para celebrar el cincuenta aniversario de la revolución”. Son las palabras de Madonna, una de las diosas, un icono del mundo homosexual. La cantante pronunció este discurso, la pasada Nochevieja, en una actuación sorpresa en esta mítica sala del West Village neoyorquino. Animó de esta manera el inicio de un 2019 en que se festeja el medio siglo del que se considera el nacimiento del movimiento gay moderno.
28 de junio de 1969: la policía irrumpió en el Stonewall, punto de cobijo de los homosexuales, que entonces eran vistos como unos pervertidos o unos enfermos mentales. En aquella ocasión, sin embargo, los clientes plantaron cara. “Rechazaron ser silenciados, los disturbios se convirtieron en protesta, las protestas devinieron en un movimiento y, por último, en parte integral de Estados Unidos”, afirmó el presidente Barack Obama en el 2016 al distinguir este enclave y su entorno como monumento nacional, el primero en el país en el que se rinde tributo de este tipo.
De vuelta al presente, los parroquianos esperaban algún tipo de pronunciamiento de la reina del pop desde que, en las jornadas previas al final del 2018, recibió el título honorífico de embajadora de esta conmemoración de las bodas de oro. Pero les sorprendió su diligencia, puesto que, poco después de la medianoche del lunes, Madonna apareció en esta sala en cuya fachada luce la bandera del arco iris después de largas y contradictorias tribulaciones. El Stonewall lo construyeron en 1840 como establo y un siglo de un siglo se transformó en un salón de té y más tarde en restaurante. En 1967 pasó a ser bar y salón de baile “para prestar atención a la vibrante comunidad gay de Greenwich Village”, según reza en una placa. La medianoche del lunes, Madonna dejó unas palabras e interpretó dos canciones acompañada a la guitarra acústica por David Banda, su hijo adoptivo de trece años, natural de Malaui. El joven, que juega en los alevines del Benfica de Lisboa, es la razón por la que Madonna y sus cuatro hijos pequeños, todos adoptados, se han trasladado a vivir a Portugal.
La cantante vestía tejanos negros, camisa negra, chupa negra de cuero con cadenas brillantes y una reluciente diadema en su pelo. “Os quiero comentar que nunca he actuado en un escenario tan pequeño como este”, lo que despertó una gran ovación de la multitud cautivada y rendida a esta invitada especial.
“¿Habéis sobrevivido al 2018?, preguntó a la concurrencia. Se puso un par de lentes con forma de cuerno –“el 2019 es el año en que empiezo a llevar gafas”, bromeó– y dio paso a la lectura de su mensaje. Aludió a los esfuerzos de la comunidad contra “el odio, la discriminación y, sobre todo, la indiferencia”, subrayó. “Nunca permitáis que se olviden los disturbios del Stonewall y a aquellos que se mantuvieron firmes y gritaron ‘basta’. Tras medio siglo, el Stonewall representa un momento definitivo y un punto decisivo en la historia”, indicó.
“No os podéis imaginar lo feliz que soy por regresar a casa, a Nueva York, donde nacen los sueños y se forjan con fuego y se hacen realidad, donde aseguro con honra que empezó mi trayectoria como artista y donde enraizó mi compromiso por la igualdad de todas las personas... No olvidéis quienes somos y porqué luchamos ”, concluyó.
Entonces entonó uno de los éxitos de Elvis Presley, Can’t help falling in love, y recordó uno de sus himnos, Like a prayer. Tema ideal en un lugar que para muchos es un templo.
En el 2019 se celebra en Nueva York medio siglo de la resistencia de los homosexuales a la violencia policial