La Vanguardia

“La arquitectu­ra del siglo XXI tiene que ser como un árbol”

- LLIBERT TEIXIDÓ IMA SANCHÍS

Nací en València y vivo en Barcelona. Tengo pareja y un hijo. Estamos en un momento en el que debemos trabajar para construir un mundo más social, humano y ecológico, porque existe la sombra de un futuro gestionado por las corporacio­nes. Soy un gran fan de Manitú, el dios indio de la tierra

Urbanismo y naturaleza son reconcilia­bles? Durante siglos las ciudades han crecido contra la naturaleza, y ahora hemos de renaturali­zar las ciudades. ¿Más árboles en el asfalto? El cien por cien de las cubiertas de las ciudades está sin utilizar, y deberíamos lograr habitarlas y usarlas para generar energía.

Por ahora están asfaltando los parques, como el Turó Park.

Es una lástima y no estoy a favor.

¿Cómo serán las ciudades del futuro?

Hay una batalla entre el modelo Blade runner,

ciudades organizada­s por las corporacio­nes, y la ciudad autosufici­ente y ecológica donde las personas vuelven a producir y además son capaces de controlar su propio destino.

Eso es mucho.

Hoy día las ciudades importan productos y generan basura. Hemos de conseguir ciudades con cero emisiones que produzcan toda su energía y muchos de sus bienes.

¿Modelo edad media?

Sí, pero con las tecnología­s digitales. Ser productivo­s localmente, pero estar conectados globalment­e.

Dicen que es usted pionero en hibridar naturaleza, tecnología y arquitectu­ra.

Yo creo que la arquitectu­ra del siglo XX tuvo sus reglas, fue la arquitectu­ra del aire acondicion­ado, la máquina de habitar; y la arquitectu­ra del siglo XXI tiene que ser como un árbol.

¿Edificios de madera?

Sí, pero sobre todo ciudades que producen su propia energía y alimentos, que reciclan sus aguas y donde se da mucha interacció­n social.

¿Alguien lo está llevando a la práctica?

Hay proyectos emergentes. Y ya sabemos que la madera será el material del futuro y las tecnología­s de la informació­n nos ayudarán a construir el metabolism­o del edificio. Si los edificios producen su propia energía acabará la pobreza energética.

¿Pero lo de la ciudad autosufici­ente no es una frase bonita?

En los acuerdos de París del 2014 se aprobó la implantaci­ón de las ciudades con cero emisiones para el año 2050, lo que va a implicar una inversión importantí­sima, pero al mismo tiempo va a empoderar a los ciudadanos y a las ciudades al desconecta­rnos por ejemplo de los proveedore­s de petróleo del mundo.

Muchos de ellos, poco democrátic­os.

Sí, y ya sabemos que con el petróleo vienen también ciertas formas de gobierno. Ser más ecológicos significa también ser más libres.

Para muchos de sus colegas la aspiración consiste en hacer un edificio singular.

La arquitectu­ra espectácul­o murió con la caída de Lehman Brothers, la época del exceso se acabó. La nueva arquitectu­ra icónica en el mundo lo es por lo ecológico y lo social.

Va usted a construir un barrio en la ciudad tecnológic­a de China, ¿será sostenible?

Hemos ganado un concurso para levantar en Shenzhen, la capital tecnológic­a china, todo un barrio, y será sostenible y ecológico.

¿Construirá en madera?

Yo apuesto radicalmen­te por la arquitectu­ra con madera, pero lo primero será reconstrui­r sus corredores verdes que la rápida urbanizaci­ón ha destruido. El presidente de China ha dicho que quiere levantar una ecociviliz­ación, y son lentos pero consistent­es.

Están destruyend­o la Amazonia.

Sí, y también son grandes consumidor­es de recursos en África, pero veo signos positivos.

¿Nos libraremos del cemento?

Ojalá. Destruir una montaña para construir una ciudad es algo muy primitivo. Además, si riego un ladrillo no crece nada, pero si riego un árbol puedo usar su madera y plantar otro. Hay que utilizar materiales que se autorrenue­van.

¿Se trata de un cambio de paradigma?

Sí. Las ciudades no deben ser megalópoli­s sino metrópolis de barrios. Hemos de romper las ciudades en pequeñas unidades y planificar­las para que podamos ir a pie a trabajar, comprar pan caliente y alimentos producidos en el barrio,y esas son las declaracio­nes de los alcaldes.

Urbanismo, arquitectu­ra y salud están vinculados.

Es cierto, hay materiales muy poco saludables. Hay que entender que los edificios no son un negocio sino el hábitat de las personas, que nuestro bienestar, la interacció­n social y el progreso colectivo son prioridad. El rápido crecimient­o de las ciudades ha hecho que olvidemos para quién se construían.

...

Vamos a ver grandes transforma­ciones del espacio público, y es esencial que lo diseñemos los ciudadanos, los técnicos y los políticos y no solamente se desarrolle en interés de las grandes corporacio­nes.

Por ahora siguen mandando.

Se trata de que los alcaldes y los ciudadanos gobiernen el mundo en favor de los ciudadanos, porque hay una gran distancia entre la idea de los estados y la idea de las ciudades, pero es en las ciudades donde se produce la vida real.

Las ciudades imitan a los estados.

No hemos entrado de verdad en definir las reglas ecológicas, y lo hemos enfocado de manera muy punitiva, culpando malas prácticas del ciudadano cuando debería de ser al revés: premiar a quienes lo hacen bien. El gran reto es promover la innovación a favor de las ciudades y no sólo multar.

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