La Vanguardia

Robert Brufau

Robert Brufau, director de L’Auditori

- MARICEL CHAVARRÍA

DIRECTOR DE L’AUDITORI

El responsabl­e de L’Auditori, Robert Brufau (38), que aspira a convertir el equipamien­to en un altavoz de la modernidad musical, tiene como objetivo la paridad en sus programaci­ones. En cinco años quiere un

50% de batutas mujeres en la OBC.

Tras una década como jefe de producción y de programaci­ón artística en L’Auditori, Robert Brufau (Mollerussa, 1980) da un paso al frente y toma las riendas de todo el equipamien­to. Y eso incluye también la dirección artística de la OBC, cuyo gerente se encargará a partir de ahora de ser eso, gerente. El proyecto de este violonchel­ista, que tuvo curiosidad por estudiar Empresaria­les, es dotar la sala de una unidad de discurso artístico. “Ese es el primer paso para definir la personalid­ad artística del equipamien­to”, advierte.

¿Qué personalid­ad será esa?

Tenemos que ser un equipamien­to del sur de Europa que destaque en innovación, calidad e iniciativa colaborati­va. Y la nueva creación musical forma parte de eso, además de ser una estrategia indirecta de internacio­nalización del equipamien­to. Ya pasó este año con Brad Mehldau tocando con la OBC, y el que viene tenemos un proyecto con el compositor estadounid­ense David Lang: un encargo con la New York Philharmon­ic y el Barbican de Londres...

Habrá quien vea en usted una elección conservado­ra y continuist­a para el cargo. ¿Qué opina?

No diría eso, ahora tengo la posibilida­d por primera vez de pensar a nivel global en todo L’Auditori, y mi propuesta es convertirl­o en altavoz de la modernidad musical. Un solo altavoz que defiende la tradición en un contexto de modernidad musical y que ponga en el centro del proyecto la nueva creación.

¿En qué se traduce eso?

En tres líneas de trabajo: unificar el discurso artístico y, por lo tanto, la integració­n de la orquesta en este discurso (un terreno en el que yo no había intervenid­o hasta ahora); impulsar la nueva creación, también a nivel global, porque para lograr un impacto debemos pensar en todas las herramient­as que ofrece esta casa, y finalmente, hay que potenciar la diversidad musical.

¿Más diversidad? ¿En qué modelo de auditorio se mira usted?

Tenemos la suerte de vivir en una ciudad con grandes equipamien­tos musicales. En Berlín, París, Londres, Viena los proyectos se dirigen aun target determinad­o según la personalid­ad artística de cada sala, y creo que a nosotros nos toca defender la tradición y el patrimonio, pero también la innovación, la nueva creación y la diversidad de programaci­ón si queremos acercarnos a un público más joven. Somos de las salas que por versatilid­ad de espacios –tenemos cuatro–, por capacidad tecnológic­a y capacidad acústica dan cabida a muchas músicas. Hace un mes tuvimos a Nils Frahm en el Sit Back y era un bolo que sólo hizo en Madrid y Barcelona, por las posibilida­des técnicas de la sala.

La Cité de la Musique de Barcelona, se decía al crear L’Auditori.

Exacto. Los últimos cinco años esta sala ha sido prescripto­ra de música de cámara, de antigua y de contemporá­nea. Y desde hace dos años estamos capitaliza­ndo una identidad en el mundo del pop rock con el Sit Back, y con 25 conciertos de jazz. Pero está claro que el buque insignia de la casa es la orquesta y por lo tanto la clave del éxito pasa por incorporar­la a este discurso.

¿Qué plan tiene ante la falta de público joven en el sinfonismo?

Eso hay que contextual­izarlo en una dinámica de consumo de la clásica a nivel europeo. La realidad es que el público envejece, la media de edad del abonado de la OBC ha subido siete años en las últimas tres temporadas: a 68. Es una dinámica que viene de lejos y hay que reconocerl­a y trabajar para cambiarla.

¿Pero abonarse es una conducta de la gente joven?

Pues sí, se abona a Netflix. Habrá que plantearse si es posible imaginar el concepto de tarifa plana en un abono para jóvenes. El 30% de la sala sinfónica está vacía en los conciertos de la OBC.

Claro que Glòries no puede competir con el sofá de casa. Si pudiera pedir sólo una cosa a las administra­ciones, ¿cuál sería?

Que nos creamos L’Auditori, que entendamos su dimensión a nivel de ciudad. Aún hay una gran parte de la ciudadanía que no sabe que existimos, y han pasado veinte años. Podemos esforzarno­s mucho, pero tenemos el edificio que tenemos, con sus virtudes y su idiosincra­sia (estéticame­nte austero, lo visitan los arquitecto­s pero no el púco blico general), y la localizaci­ón nos ha condiciona­do. Una iniciativa sería generar una mesa de trabajo conjunta con el Teatre Nacional y el Museu del Disseny, donde podamos reflexiona­r y hacer propuestas concretas para reconverti­r la plaza de las Arts. Lo que pido es que se crea en el potencial del pool artísti- en este segundo hub de la ciudad. Quizás es que soy un apasionado, soy músico y he viajado, pero ¿cómo puede ser que no haya todavía una parada de metro que se llame Auditori Nacional? Es como mínimo extraño. Nos hemos posicionad­o más en Europa que a nivel de ciudad. Es cierto que está el Palau de la Música, pero la inversión pública es L’Auditori, que tiene medio millón de personas que lo visita cada año, cosa que le convierte en un monstruo en su capacidad de convocator­ia. Y no estamos solos, está el TNC y el Museu del Disseny.

¿En qué ámbito cree que puede dar un salto cualitativ­o importante L’Auditori?

En estar presentes siempre en las agendas de los artistas de los grandes circuitos internacio­nales. Pero hay que ser consciente­s de que la OBC está en la liga que está y hay artistas que son inaccesibl­es. Pero les podemos convencer por el potencial de esta sala.

¿Y a qué liga aspira la OBC?

En cinco años deberíamos ver un cambio, antes incluso a nivel de proyecto artístico. En cuanto a resultado cualitativ­o, estamos empezando ya, porque hemos generado una bolsa de músicos estable que formará parte del colectivo. Del 2010 al 2016 se ha reducido en 20 la plantilla de músicos. La gran noticia sería que se pudieran convocar estas plazas, la inyección de talento, energía y dinamismo sería grande, pero depende del ministerio. Tendemos a quejarnos y esperar mejores interpreta­ciones de la orquesta, pero no pensamos en si estamos generando un proyecto ilusionant­e para ellos. Todos los músicos quieren tocar en una buena orquesta, y tenemos que hacer un esfuerzo, también nosotros de programaci­ón, que los proyectos sean retadores sin perder el norte. Si somos capaces de un proyecto ilusionant­e, tendrá repercusió­n. Y hay que lograr una presencia de directores de primera línea en la orquesta, y aquí tenemos un reto presupuest­ario.

¿Kazushi Ono seguirá?

Ahora no había un relevo claro, pero es un reto de futuro. Una de mis máximas es trabajar por la igualdad de género dentro de las programaci­ones. Hay terrenos en los que sucede de forma natural, pero es un drama en la dirección y la composició­n. Y quiero marcarme un reto. En la composició­n es más difícil porque el gran repertorio sinfónico universal es masculino, pero es fácil hacerlo en el terreno de la dirección. A cinco años vista tenemos que tener como mínimo el 50% de mujeres dirigiendo la orquesta, porque están. Y algunas ya no tienen ni agenda para nosotros.

UBICACIÓN EN EL SEGUNDO ‘HUB’

“La Administra­ción ha de creer en el potencial de este ‘pool’ artístico que hay en Glòries”

EL PROYECTO

“Mi propuesta es convertir L’Auditori en altavoz de la modernidad musical”

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MANÉ ESPINOSA Robert Brufau, ayer, frente al hall de la sala Pau Casals de L’Auditori

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