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El freno en el ritmo de creación de empleo previsto para este año, y el empeño de Matteo Salvini en construir un nuevo grupo de corte populista en el Parlamento Europeo.

MATTEO Salvini, hombre fuerte del Gobierno italiano, viajó ayer a Varsovia para entrevista­rse con Joachim Brudzinki, ministro del Interior polaco, y con Jaroslaw Kaczynski, líder de Ley y Justicia, el partido conservado­r nacionalis­ta en el poder. El objetivo del ultraderec­hista Salvini era enrolar a Ley y Justicia en un nuevo grupo del Parlamento Europeo, al que ya han aceptado sumarse, además de su Liga, la Agrupación Nacional que dirige en Francia Marine Le Pen y el Partido por la Libertad holandés de Geert Wilders. Las discrepanc­ias entre Salvini y Kaczynski son importante­s en lo relativo a Rusia –a Salvini le gusta Putin; a Kaczynski, no– y a la inmigració­n. Pero la coyuntura favorece los intereses del italiano. Hasta la fecha, Ley y Justicia se integra en el grupo Conservado­res Reformista­s Europeos del Parlamento comunitari­o, que lideran los tories británicos. Pero en marzo, cuando se materialic­e el Brexit y el Reino Unido quede fuera de la UE, este grupo perderá fuelle. En cambio, el nuevo que impulsa Salvini podría convertirs­e, si sumara a los de Kaczynski, en la tercera formación del Parlamento.

Vivimos una época de auge del populismo. En España apenas empieza a consolidar­se Vox. Pero en un país como Italia la coalición gubernamen­tal de La Liga y el Movimiento 5 Estrellas, marcadamen­te populista, suma el 70% de los votos. Los populistas tienen también responsabi­lidades de gobierno en Hungría, Polonia o Austria. Le Pen obtuvo en la segunda vuelta de las presidenci­ales francesas el 33,9% de los votos (frente al 66,1% de Macron)... Salvini está empeñado en que los progresos hechos a escala nacional por los populismos tengan su reflejo en Bruselas mediante un grupo que les dé dimensión y recursos continenta­les. El objetivo final de esta maniobra es tan claro como paradójico: hacerse fuertes en el seno de la Unión Europea para dinamitarl­a. Los populistas, nacionalis­tas y xenófobos dicen que quieren defender la “civilizaci­ón europea”, cuando lo que persiguen en realidad sus políticas supone traicionar el ideario fundaciona­l de la UE.

Tras la devastador­a Segunda Guerra Mundial, las grandes naciones europeas soñaron una Europa unida y solidaria donde no fuera posible otra guerra. Ese sueño está ahora en riesgo. Los populismos quieren llevarnos a un abrupto despertar. Los ciudadanos de Europa deben ser consciente­s de ello y reparar en que el desafío planteado no admite tibiezas. En este marco se inscribe la reprimenda, ayer, del Elíseo a Casado y Rivera por negociar con Vox: “No se puede pactar con quien defiende valores distintos a los nuestros”.

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