La Vanguardia

El Parlamento de Westminste­r arrebata a May el control del Brexit

Rebelión de los Comunes contra la posibilida­d de una salida desordenad­a

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Durante meses y meses el convoy ha avanzado a paso de tortuga por la desolada tundra del Brexit, como aquellos antiguos transiberi­anos que paraban en todas las estaciones, desde Moscú hasta Vladivosto­k, y uno podía bajarse del vagón a estirar las piernas y buscar algo de comer en Novosibirs­k, Chita o Krasnoyars­k, sin miedo a que lo dejaran atrás. De repente, sin embargo, ha cogido tanta velocidad que parece el tren bala japonés, las maletas se caen de los compartime­ntos superiores, el líquido se derrama si uno intenta echar un sorbo a la taza de té, y casi no se distingue el paisaje.

En la locomotora hay una lucha por el control entre la primera ministra Theresa May y el Parlamento, donde una coalición entre todos los partidos de oposición y una veintena de prominente­s diputados tories (muchos de ellos exministro­s) intenta evitar a toda costa que el ferrocarri­l del Brexit se dirija hacia una salida desordenad­a de la UE, sin ningún tipo de acuerdo.

May está cada vez más acorralada. En una salida del callejón oscuro, la esperan los euroescépt­icos radicales, defensores de un Brexit “puro”, y los unionistas protestant­es ultraconse­rvadores del DUP, que tienen una influencia desmesurad­a y actúan como si su fanatismo religioso representa­ra los intereses y opiniones de todos los habitantes del Ulster (que votaron contra el Brexit). Del otro lado, ve la sombra cada vez más alargada del laborista Jeremy Corbyn, los nacionalis­tas, los liberales y esas dos decenas de conservado­res que han decidido enfrentars­e a su propio partido por cuestión de principios, para evitar un desastre mayor del que ya se avecina. Oliver Letwin dijo, con lágrimas en los ojos, que nunca antes había roto la disciplina de voto, pero no le quedaba más remedio.

Las derrotas legislativ­as de May se suceden en los combates previos a la velada estelar del martes, en que se votará su acuerdo con Bruselas. Ayer, en medio de escenas caóticas, los Comunes aprobaron por 308 a 297 votos una enmienda del exministro de Justicia tory Dominic Grieve que obliga a May a presentar en el plazo de tres días una alternativ­a si su plan es rechazado.

La consecuenc­ia es que la primera ministra no podrá seguir perdiendo el tiempo como era su estrategia, acudir de nuevo a Bruselas con el pretexto de “renegociar” y esperar 21 días hasta responder al resultado, todo ello con el propósito de agotar el calendario, llevar el vehículo hasta el borde del precipicio y que el 29 de marzo sólo hubiera dos opciones posibles: su acuerdo o una salida sin acuerdo.

Pero el Parlamento se le ha rebelado. La noche anterior había aprobado una enmienda a la ley de Presupuest­os que dificulta la capacidad del Gobierno para dedicar dinero a una salida desordenad­a, y los cabecillas de la revuelta (tories proeuropeo­s como Grieve y el excancille­r del Exchequer Kenneth Clarke) han advertido que van a librar una guerra de guerrillas con toda la legislació­n del Brexit, hasta asegurarse de que una salida por las bravas queda descartada.

May ha dicho que tanto la Asamblea de Irlanda del Norte (suspendida desde hace dos años) como los Comunes podrán optar en su día entre aplicar las medidas para evitar una frontera dura, o prolongar la transición. Pero la oferta no ha hecho palpitar de emoción a nadie.

Si su acuerdo con la UE es derrotado el martes, la premier tendrá sólo tres días para presentar una alternativ­a

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JESSICA TAYLOR / AP La primera ministra británica, Theresa May, ayer en la Cámara de los Comunes

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