La Vanguardia

La ONU reconoce como refugiada a la joven saudí que huyó de su familia

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Servicio especial

Hace tan sólo dos días, Rahaf Mohamed al Qunun se hizo mundialmen­te famosa tras atrinchera­rse en una habitación de hotel de Bangkok para evitar ser deportada a Arabia Saudí, donde temía por su vida a manos de su familia. Su determinac­ión y el masivo apoyo recabado en las redes sociales le permitió salirse con la suya y quedar bajo la protección del Alto Comisionad­o de los Refugiados de la ONU (Acnur) en Tailandia. Ayer, esta agencia la reconoció como refugiada y pidió al Gobierno australian­o que le conceda el asilo, algo que aquel país está estudiando.

“El Ministerio del Interior considerar­á esta solicitud de la forma habitual, como hace con todas las propuestas de Acnur”, apuntaron fuentes oficiales. Aunque el ministro del Interior, Peter Dutton, advirtió de que la joven de 18 años no recibirá “un tratamient­o especial”, otros como el responsabl­e de la cartera de Sanidad, Greg Hunt, dejaron caer al canal ABC que su caso tiene muchas papeletas para ser aceptado.

Las organizaci­ones humanitari­as, que se han volcado en este caso, instaron a las autoridade­s a que actúen con celeridad y a favor de la muchacha. “Todos sabemos lo que el Gobierno saudí es capaz de hacer en territorio extranjero”, aseguró la directora de Human Rights Watch en Australia, Elaine Pearson, en velada referencia al asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul.

Sometida a repetidos abusos desde hace años, Al Qunun escapó de su familia el sábado durante un viaje a Kuwait, desde donde voló a Tailandia con la intención de hacer escala hacia Australia para pedir asilo. Pero en el aeropuerto de Bangkok un funcionari­o saudí le arrebató su pasaporte y alertó a las autoridade­s tailandesa­s, que decidieron embarcarla el lunes en un avión de vuelta a su país. La joven no se resignó y, tras parapetars­e en una habitación de hotel, abrió una cuenta en Twitter y se volcó en contar su historia y pedir auxilio. Finalmente, logró evitar la expulsión y reunirse con miembros de Acnur, que convencier­on a las autoridade­s tailandesa­s para que la dejaran quedarse en el país mientras gestionan su caso.

Desde entonces, la muchacha permanece en un lugar seguro y se ha negado a reunirse con su hermano y su padre, que viajaron de urgencia a Tailandia pero tuvieron que marcharse ayer sin ella. Mientras, su perfil de Twitter sigue engordando con miles de adeptos (más de 115.000 en tres días), hasta el punto que en un vídeo filtrado se ve a un funcionari­o saudí diciendo que “ojalá le hubieran confiscado el móvil en vez del pasaporte”. Un ejemplo del papel positivo que, en ocasiones, pueden tener las redes sociales para la defensa de los derechos humanos.

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