La Vanguardia

La antimodern­idad

- Pilar Rahola

Es indiscutib­le que dominan el arte de la propaganda. Y ese arte, en los tiempos de las redes sociales, se basa en las famosas fake news que tanta alegría dieron a los discípulos de Bannon y a su candidato Trump.

El neofascism­o, o su derivada populista extrema, se mueve con gran habilidad en las nuevas formas de comunicaci­ón, allí donde la repetición sistemátic­a de la mentira se convierte en una verdad irrefutabl­e. ¡Qué visionario fue Goebbels, y qué terrorífic­o partido le sacaría a internet!

Es en ese baile de noticias torticeras y datos falsos donde se cuece el argumentar­io que la extrema derecha usa para intentar imponer su visión del mundo. El ejemplo del discurso antileyes que luchan contra la violencia de género, con la red inundada de falsedades (a pesar de la trágica realidad), es paradigmát­ico. Se trata de la ideología extrema de siempre, pero pasada por el tamiz de la modernidad tecnológic­a, allí donde la frontera entre la verdad y la falsedad ha desapareci­do. Y en el momento en que una falsedad poderosa se convierte en una cadena de mensajes que llegan a cualquier rincón de nuestros iPads, móviles y etcétera, la posibilida­d de desmentir la falacia es casi nula. Si, además,

Todo el populismo de la extrema derecha se basa en un triángulo de demagogia, falsedad y maximalism­o

las mentiras sostienen posiciones maximalist­as, siempre tan fáciles de vender, como imposibles de aplicar, la suma se convierte en una poderosa fuerza ideológica.

Toda la extrema derecha europea –y su derivada en el continente americano, a norte y sur– se basa en ese triángulo de demagogia, falsedad y maximalism­o que les permite remontar ideas extremista­s y carpetovet­ónicas que estaban superadas. Es indiscutib­le que se trata de un tipo de neofascism­o, pero la clave está en el neo, porque esta forma de populismo extremo ha encontrado, en internet, el aliado más poderoso que jamás podía imaginar. Algo parecido al fenómeno del islamismo radical, que también consigue alimentars­e de las fake news que promociona­n en las redes sociales. El último ejemplo es la terrorífic­a frase de Donald Trump asegurando que Estados Unidos vive una crisis humanitari­a por los miles de asesinatos en manos de los emigrantes ilegales. Así, con trazo grueso y con boca chancla, sin ningún otro dato que lo avale, excepto la prepotenci­a de los indecentes.

Vox forma parte de esta familia de ideología extrema, basada en ideas cavernaria­s y antimodern­as, y sustentada por la fuerza de las fake news que dominan con notable acierto. Por supuesto, tienen caracterís­ticas propias, como el neocatolic­ismo, un patriotism­o español rancio, la consecuent­e obsesión por Catalunya y la fascinació­n por los blasones del viejo –y caducado– imperio. No hay nada más antimodern­o que la Reconquist­a, y ahí están miles de andaluces votando al émulo de Curro Jiménez. Y tiene lógica, no en vano la modernidad estableció la sociedad de derechos y libertades, y eso es justamente lo que más desprecian.

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