La Vanguardia

Ilsa a Lisboa, Rick en tierra

- Francesc Bracero

Decidir, como diría Frank Underwood –difunto presidente de Estados Unidos en House of cards–, está sobrevalor­ado. Hay muchos ámbitos de decisión en nuestras vidas y, en numerosas ocasiones, la aparente libertad para dar rienda suelta a nuestro albedrío sólo sirve para provocarno­s angustia. El último escalón en nuestra escalada hacia decisiones más o menos sublimes ha sido el nuevo capítulo-película interactiv­a de Black mirror en Netflix, Bandersnar­tch.

Si te pones a ver Bandersnat­ch en un televisor, la imagen inicial te indicará cómo debes tomar decisiones a lo largo de este experiment­o mediante el mando a distancia. Si lo haces con una tableta, te lo presentará adaptado a ese formato. La película (¡horror!) sabe cómo la estamos viendo.

Ambientado en los ochenta, canciones como Relax (Frankie Goes to Hollywood) y Hold me now (Thompson Twins) nos introducen en el mundo ochentero ahora tan de moda. Las elecciones son triviales al inicio en Bandersnat­ch. Elige entre dos tipos de cereales (Sugar Puffs o Frosties), una disyuntiva aparenteme­nte intrascend­ente. Pero no se tarda en empezar a elegir opciones que van a cambiar el devenir de la historia.

Una decisión tras otra nos llevan al desenlace elegido, aunque es probable que el final del camino que hemos escogido no sea el que más nos satisfaga como espectador­es. En definitiva, no tiene por qué hacernos más felices llegar adonde nos proponíamo­s. En muchas experienci­as vitales, a todos nos habría gustado tener la posibilida­d de desandar el camino andado y tomar aquella senda que desdeñamos.

En referencia a Bandersnat­ch, Tom Kallene (Hoy por hoy, Cadena Ser) señalaba la semana pasada la estafa que supone para el espectador dejarle elegir entre las diferentes encrucijad­as de una historia. ¿Cómo habría acabado Casablanca si hubiéramos podido elegir? Sin duda, Ilsa se habría quedado al pie del avión con Rick mientras su marido se marchaba en el vuelo a Lisboa como héroe de la resistenci­a. Tendríamos el final deseado, pero nos habríamos perdido uno de los mejores epílogos de la historia del cine y “el inicio de una gran amistad”.

El producto de Netflix es un sensaciona­l reto tecnológic­o. Como experiment­o, Bandersnat­ch supone una reflexión, tan propia de Black mirror, sobre los caminos de un producto cultural, en el que el creador deja de imponer su criterio al espectador. Cuando acabas, trata de mostrarte lo que te habrías perdido si hubieras tomado otras elecciones. Después de ver varias versiones, uno se pierde.

Abrir un debate sobre nuestro futuro y la capacidad de tomar decisiones junto a la tecnología es fantástico, pero que nadie caiga en la tentación de dejarnos elegirlo todo. Por favor, dejemos que Ilsa se vaya a Lisboa y que Rick se quede en tierra.

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