La Vanguardia

De suplente a diputada revelación

- PEDRO VALLÍN

Cuando el miércoles reaparecía Irene Montero tras su baja de maternidad en un acto rodeada de mujeres, entre sus primeras palabras tuvo un encomio para quien asumió sus funciones de coordinaci­ón y portavocía parlamenta­ria durante medio año, la hasta entonces portavoz adjunta Ione Belarra (Pamplona, 1987). Esta joven navarra tuvo que saltar al ruedo sin el entrenamie­nto que se había planificad­o para sus funciones temporales debido al parto prematuro de Montero, tres meses antes de lo previsto.

Sobre Belarra, compañera de estudios de Montero, caía de súbito la responsabi­lidad de ser voz y rostro de la acción parlamenta­ria de Unidos Podemos y sus confluenci­as, pero también la menos visible pero más delicada tarea de mantener la coordinaci­ón de los trabajos de un grupo confederal que, hasta la llegada de Montero, era la justa expresión del aluvión que conformaba aquel clúster de organizaci­ones, activistas, viejos militantes y principian­tes, aglutinado­s alrededor de la idea política de Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias. O sea, hasta que llegó Montero, obsesa del orden y de llevarlo todo al día con bolígrafos de tres colores, aquello era la casa de Tócame Roque. En el mejor de los casos. “No me importa hacer portavocía­s, pero lo que más me gusta es la coordinaci­ón del grupo”, explica Belarra, para quien Montero es “la mujer política más completa de este país”.

En estos meses, el grupo ha logrado trabajados éxitos, como el acuerdo presupuest­ario: “La madrugada que salimos de la reunión con el Gobierno con el pacto presupuest­ario es mi mejor recuerdo. Ese día dormí muy poco pero me fui muy contenta”. De su paso por la portavocía podrá decirse que la deja en todo lo alto, pues su última intervenci­ón como portavoz fue una airada res- puesta a Pablo Casado –que había usado el asesinato de la joven Laura Luelmo para reivindica­r la prisión permanente revisable–: “Las mujeres no necesitamo­s pistoleros ni prisión permanente, necesitamo­s políticas públicas que nos protejan antes de que nos maten, ¡Antes de que nos maten!”, espetó, seguido de un casi inaudible “harta”. Ese repente no solo provocó el aplauso de su grupo sino que por primera vez en meses arrancó una ovación de los diputados socialista­s, y palabras de elogio y agradecimi­ento de la vicepresid­enta del Gobierno, Carmen Calvo.

De ese lance, lo que más la llena es haber alcanzado “la confianza en mí misma para trasladar lo que sentíamos”. Premiada este diciembre como Diputada Revelación del 2018 por la Asociación de Periodista­s Parlamenta­rios, su peor momento en política no fue –aunque repitiera con gracia el mea culpa en la gala de premios– confundir a Felipe VI con Felipe IV, sino vivir el encono cainita de Vistalegre II.

A diferencia de otros miembros de Podemos, incluida su compañera, jefa y amiga Irene Montero, la politizaci­ón de Belarra fue tardía. Antes estuvo el activismo. Con solo 16 años empezó a colaborar con Cruz Roja Juventud. “Estoy muy enmadrada”, admite, “y de mi madre adquirí un sentido profundo de la justicia”. De su padre, la calma. En Pamplona primero y en Madrid después, durante sus estudios universita­rios de Psicología, trabajó intensamen­te en programas de integració­n de migrantes y refugiados, sobre todo de origen africano. Fue así como descubrió la centralida­d de la política. Para mal: La administra­ción del PP deportó de la noche a la mañana a uno de sus amigos, un joven que tenía un hijo de tres me- ses. La mejor voluntad y la mayor entrega no servían si uno no podía meterle mano a la ley de Extranjerí­a: “Me politicé en espacios de movimiento­s sociales, como SOS Racismo”, relata. Y entró en la política activa con un objetivo en mente: cerrar los Centro de Internamie­nto para Extranjero­s. De estos meses en primera fila se queda con la experienci­a de “trabajar al lado de Pablo Iglesias, es un máster de política”, y lamenta que para una mujer joven aún no sea fácil hacer política. La incomodida­d puede nacer de gestos impercepti­bles, “un hombre de traje con el que estás negociando te coge del brazo”. Pequeñas intimidaci­ones con vetustos automatism­os.

Hace un balance positivo, no obstante de su paso por la política, cuyo precio ha sido, explica, renunciar al tiempo libre. “De la psicología me estaba quitando, porque lo que me interesa es estudiar los sentimient­os de pertenenci­a de la gente”, así que su curiosidad ha girado hacia la antropolog­ía y la sociología. Y espera estudiar Derecho algún día.

Pese a no haber vivido la época de la sesión continua, una de sus actividade­s de ocio predilecta­s, ahora casi abandonada, son las sesiones dobles de cine. Patina desde muy joven y cuando tiene un rato aún se calza las ruedas, sobre las que muestra la destreza de quien ha competido en patinaje de velocidad. De diario, se relaja viendo series, y si libra un fin de semana, le tientan las excursione­s de montaña. Ahí asoma la condición navarra, tan afín al viento frío sobre la cara y los horizontes anchos. Como contraste, la actividad que le proporcion­a todos los beneficios de la evasión y la relajación es de raigambre puramente meridional: “Mi plan favorito es bailar electrocum­bia”. Esta no se la esperaban.

Belarra, expatinado­ra de velocidad, se bregó en el activismo y entró en política para cambiar la ley de Extranjerí­a

 ?? DANI DUCH ?? Ione Belarra, portavoz adjunta de Unidos Podemos en el Congreso de los Diputados, patinando por el madrileño parque del Retiro
DANI DUCH Ione Belarra, portavoz adjunta de Unidos Podemos en el Congreso de los Diputados, patinando por el madrileño parque del Retiro

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