La Vanguardia

La segunda vida del Cinc Sentits

A Jordi Artal le faltaba espacio y le sobraba entusiasmo. Así que decidió cerrar su Cinc Sentits para reabrir en un espacio mucho mayor en el que quiere seguir creciendo sin límites

- CRISTINA JOLONCH

Hacía tiempo que al chef Jordi Artal tanto la sala como la cocina del Cinc Sentits (ahora trasladado a Entença, 60) le quedaban pequeñas para seguir evoluciona­ndo. Hacía tiempo que quería convertir el proyecto que arrancó hace 14 años en la calle Aribau con la madre, Roser Artal, y la hermana, Amelia, en la experienci­a gastronómi­ca a través de la que ahora rinde homenaje a sus orígenes; con una gran inversión de la familia y ganas de estrellas Michelin.

A pesar del sutil acento inglés sobre su catalán impecable que denota largos años vividos en Canadá y en California o la herencia genética india por parte de padre, Artal tiene las raíces profundame­nte hundidas en los paisajes de su infancia. En Cal

Los paisajes de La Torre de l’Espanyol, en Tarragona, marcan la cocina de la memoria del chef

Viol, donde la familia elaboraba vino y aceite, y en aquel pequeño mundo de La Torre de l’Espanyol (Tarragona) del que las mujeres de la familia decidieron salir como valientes explorador­as: primero la abuela Sofía, que decidió trasladar el domicilio a Barcelona, después la madre, que aprendió idiomas para plantarse sola con una maleta en Bélgica y seguir la andadura en Alemania y Canadá, donde crió a los hijos. Para el chef, los paisajes de la memoria son los de los veranos felices de la infancia entre olivos y viñedos que ha querido plasmar en un espacio al que se accede antes de pasar al comedor y donde ofrece los aperitivos al comensal. No faltan el vermut (del Pla de Bages) que puede tomarse en porrón (¡bravo!) y algunos snacks.

Al lado de esta zona hay un reservado que evoca la casa del pueblo, con la mesa larga del comedor. Es, junto a la mesa del chef, desde la que se puede ver la espléndida cocina, uno de las zonas que diferencia­n el nuevo local. Ya en el comedor arranca el menú degustació­n, en el que conserva uno de sus clásicos entrantes con jarabe de arce como guiño a Canadá, (un bocado demasiado dulce para empezar) al que seguirán otros entrantes que recurren al contraste de texturas, como el de pularda con salsa de rustido y trufa servido en una cáscara de huevo, un conjunto de raíces (también dulce pero sabroso) o una delicada ostra del Delta a la brasa de leña y mantequill­a tostada. Muy sabroso el plato con sofrito de calamar y salsa de calamar encebollad­o con aceite de picada y piedras de ajos negros de las Pedroñeras. Correcta la papada de cerdo de Sagàs, cruce de razas ibérica y duroc (le falta garra al arroz cremoso de manzana). Interesant­es la apuesta por la trucha del Pirineo o el juego con las distintas partes del pato. Muy acertados los postres, especialme­nte el de sorbete de azafrán del Montsec y mandarina , naranja confitada y gelatina de agua de rosas.

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? En la cocina Frente a la cocina se ha instalado un atractivo reservado con una mesa del chef en el que sirven el más extenso de los menús degustació­n
LLIBERT TEIXIDÓ En la cocina Frente a la cocina se ha instalado un atractivo reservado con una mesa del chef en el que sirven el más extenso de los menús degustació­n
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? En el menú La ostra del Delta, la leche ahumada, la gírgola y uno de los aperitivos que se sirven a la entrada (izq.)
LLIBERT TEIXIDÓ En el menú La ostra del Delta, la leche ahumada, la gírgola y uno de los aperitivos que se sirven a la entrada (izq.)
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