Arroyo revive con la muestra que dejó a punto en Madrid
El Botánico reúne las últimas obras del artista madrileño
Apenas tres meses después del fallecimiento del artista, el pabellón Villanueva del Jardín Botánico de Madrid acoge la exposición que Eduardo Arroyo dejó preparada con 38 de las obras que realizó entre el año 2000 y agosto pasado. Fue el día 14 de ese mes cuando el pintor dio las pinceladas finales a El buque fantasma, su último cuadro, inspirado en sus escenografías de la ópera wagneriana Tristán e Isolda .La muestra del Botánico, que estará abierta hasta el 17 de marzo, tuvo una emocionada presentación a cargo de la comisaria y colaboradora del creador, Fabienne di Rocco, así como de la viuda y el hijo, Isabel Azcárate y Pimpi Arroyo.
La recopilación, coproducida por la institución cultural La Fábrica y la Fundación Enaire del Ministerio de Fomento, incide especialmente en la íntima relación de Eduardo Arroyo con la literatura. Se ve en cuadros como El retrato de Dorian Gray, Moby Dick, Guillermo Tell, Don Juan Tenorio o Sylvia Beach festeja la publicación del Ulises en la cocina de Adrienne Monnier, pintura dedicada a la editora de James Joyce y su inseparable colega francesa. Además, parte de los óleos expuestos incluyen la máscara del personaje literario Fantomas; es el caso de varios retratos con su nombre y también de El buque fantasma, cuyo fondo a base de esos antifaces en negro junto a figuras geométricas irregulares en amarillo, rojo y blanco crean un mar de colores que, como indica la comisaria, “vibra” ante los ojos del espectador.
Las alusiones literarias no pueden considerarse meras referencias, matiza Di Rocco. “Arroyo no sólo era una artista que leía y escribía o que amaba los libros; es que la literatura formaba parte de su ser, casi de su carne”, subraya la comisaria. En su opinión, el escritor con el que más se identificaba el pintor era Honoré de Balzac. “Del mismo modo que Eduardo se alimentaba de los libros, Balzac bebía constantemente de obras pictóricas”: un tema primordial de La comedia humana, monumento narrativo del francés del cual Arroyo extrajo y retrató numerosos personajes.
La muestra en el Botánico también incluye esculturas. Parte de ellas las confeccionó el artista con piedras que recogió en Robles de Laciana, la localidad leonesa donde tenía el taller en el que ejecutó algunos de sus últimos trabajos. Madame Butterfly, Gerónimo y de nuevo Dorian Gray son algunos de los personajes de esas piezas; otra con dibujos varios se titula Tatuaje (mala vida) y un par de ellas con el título común de Lámpara Zurbarán se componen de una cara ovalada con una vela eléctrica en la frente.
El recorrido por las dos salas que albergan la muestra concluye en un rincón con una tele donde el público puede visionar el vídeo de la conversación que el artista mantuvo a lo largo de 24 horas con el director de La Fábrica, Alberto Anaut. Fue una performance para su Exposición individual, en 2011, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En la
La exposición se titula como el último cuadro de Arroyo: ‘El buque fantasma’, inspirado en la música de Wagner
entrevista, Arroyo habla de arte, de política, de economía, de las virtudes y los pecados del ser humano, el exilio y sus efectos devastadores...
Eduardo Arroyo nació en Madrid en 1937. A los 21 años huyó de la opresión del franquismo para refugiarse en París. Allí, pronto empezó a pintar y enseguida se convirtió en uno de los protagonistas de la llamada Figuración Narrativa. Su obra, rompedora e irónica siempre y a veces corrosiva, se basa sobre todo en el collage de figuras, paisajes y elementos de todo tipo.
La exposición que hoy se abre en el hermoso jardín emplazado junto al Museo del Prado materializa de manera póstuma el último gran proyecto de Arroyo. Después de llevar esta parte última de su producción a la Fundación Maeght en Francia (2017) y al Museo de Bellas Artes de Bilbao (2018), él estaba empeñado en exponerla justamente en el Botánico de Madrid. La luz y el entorno del lugar “le fascinaban”, dice Di Rocco. Deseo cumplido.