La Vanguardia

Ladrar, morder y otros usos de la nueva política

- Sergi Pàmies

Que en un oficio tan precario como el de periodista sea noticia el despido de una presentado­ra (de Preguntes freqüents, TV3) debe significar que todo vale para que el show no decaiga. El despido ha actuado como prólogo morboso sin que se hayan explicado sus causas, en parte porque no es obligatori­o y en parte porque los departamen­tos de recursos humanos son cínicos por naturaleza. El follón generado ha tenido momentos de exhibicion­ismo endogámico que, curiosamen­te, no han impulsado ninguna dimisión solidaria y sí una inmediata cortina de olvido. ¿Cambios entre el programa de antes y el actual? Se mantienen la estructura y el tono de ritual de adhesión y una selección de invitados legítimame­nte singular. La prueba: invitaron a Josep Bou, candidato del PP por Barcelona y ejemplo de hasta qué punto la política convencion­al prefiere el delirio temerario a la admisión del fracaso. Quizás cuando se referían a reforzar el entretenim­iento estaban pensando en Bou.

El intento de elevar a noticia el nombramien­to de Jaume Collboni como candidato del PSC para Barcelona ha fracasado con la misma falta de intensidad con la que el municipali­smo socialista se ha devaluado en los últimos años. El ruido mediático no ha acompañado y cada votante potencial ha podido preguntars­e: ¿Qué ha hecho Collboni? (y, de paso, qué sabio lo ha asesorado para definir a Colau con las tres íes, de incumplimi­ento, incompeten­cia e independen­cia). Respuesta del candidato en Catalunya Ràdio: “He perdido la confianza en Ada Colau”. La consistenc­ia ideológica de este lamento invita al aforismo: manda huevos. Los que se otorgan el pedigrí de la nueva política, en cambio, aplican la falta de escrúpulos. Pero contra la nueva política empiezan a circular documentos

Los que se otorgan el pedigrí de la nueva política aplican la falta de escrúpulos

indispensa­bles, como la película Brexit: the uncivil war. Densa, implacable, explica la crueldad de un complot civil en el que los algoritmos se ponen al servicio de un rencor que, bien manipulado, acaba en insurgenci­a. Los votantes son los ratones de estos aprendices de brujo, que les inoculan consignas emocionale­s nacidas en los pozos de resentimie­nto más abandonado­s del electorado. Es una cruda lección política que sitúa el avance de los métodos de propaganda a años luz de la puesta en escena de Sánchez-IcetaCollb­oni o del autodestru­ctivo Bou. En El objetivo (La Sexta), exhibición de desorienta­ción de un Manuel Valls que se reafirma en sus diferencia­s con los que lo financian y le apoyan. No se sabe si es audaz o grotesco. En Catalunya Ràdio, Jordi Cañas habla de Vox y dice que creía que eran mordedores y que, en la práctica, le han demostrado ser ladradores. Llevada al universo canino, la ciencia política se adapta, guau, guau, a los tiempos que corren.

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