La Vanguardia

Macron pregunta a los franceses

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MÁS de 80.000 chalecos amarillos volvieron a manifestar­se el pasado fin de semana en Francia. Hubo choques con la policía en las grandes ciudades, empezando por París, y cortes de tráfico en numerosos puntos del sistema viario del país. Así ha sido cada fin de semana desde noviembre, cuando una rutinaria subida de impuestos sobre el carburante desató la ira de este movimiento sin guía sindical ni liderazgo definido, integrado en su mayoría por ciudadanos de clase media. El presidente Macron intentó aplacar estas protestas –las más persistent­es en décadas– con una subida de 100 euros del salario mínimo y la retirada del impuesto de marras. Fue inútil. Los chalecos amarillos siguen en pie de guerra. Ha habido que lamentar ya cuatro muertos, cientos de heridos, daños multimillo­narios en bienes públicos y una pérdida de confianza económica. Entre tanto, la popularida­d de Macron cae y la protesta conserva una inercia de duración imprevisib­le.

Ante este panorama, Macron lanzó el domingo por la noche un gran debate nacional que se vehiculará a través de los ayuntamien­tos y en internet. Su objetivo es pulsar la opinión de los franceses sobre cuatro grandes temas: fiscalidad y gasto público, organizaci­ón del Estado, transición ecológica y democracia y ciudadanía. El presidente iniciará hoy una gira por municipios de Francia. En marzo, se sabrá el resultado de la encuesta.

“Intento transforma­r vuestras iras en soluciones”, indica Macron en su carta abierta a los franceses. Es un intento plausible. Y también es su obligación. Pero está por ver cuál será la respuesta que obtendrá, las medidas políticas que tomará y la satisfacci­ón que causarán entre los chalecos amarillos. La operación, pese a su ribete popular, entraña riesgo: Macron ya ha dicho que no revocará decisiones como la suspensión del impuesto sobre las fortunas, que le valieron el mote presidente de los ricos. Podría ser su último cartucho.

Es interesant­e consignar, por último, que Macron ha incluido una lista de preguntas en su carta a los franceses, inquiriénd­oles sobre cuáles deben ser las políticas de inmigració­n, los primeros impuestos que conviene rebajar y los servicios a los que están dispuestos a renunciar si Hacienda pierde recaudació­n. Es decir, les está pidiendo que definan y, llegado el caso, legitimen políticas de un Estado que, si ingresa menos, proveerá también menos. He aquí un riesgo para los ciudadanos. Pero no una razón para que dejen de expresarse con libertad. Ni para que desperdici­en una ocasión inédita que permite retocar, a media legislatur­a, el programa que les ofreció en campaña quien ganó las elecciones.

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