La Vanguardia

Vuelta a las andadas

El Espanyol cae en Anoeta tras conceder dos goles en los primeros minutos

- RAMÓN ÁLVAREZ

El Espanyol volvió a las andadas en Anoeta y perdió ante un equipo que no fue mejor, pero sí más práctico. Fue a remolque tras dos goles tempranero­s de la Real y, aunque empató antes del descanso, se confió a un dominio tan preciosist­a como estéril aunque voluntario­so. A los locales les bastó una acción aislada para llevarse el gato al agua pese a jugar el último cuarto de hora con un hombre menos .

Rubi cumplió con su promesa de la previa de ir a por todas con los únicos cambios en su once que los obligados por las lesiones y a parte de la alineación de Naldo por Óscar Duarte en el eje de la defensa apenas si realizó un retoque al ubicar a Melendo por Piatti en la banda izquierda del ataque blanquiazu­l. Más arriesgado fue Alguacil al ubicar en los laterales de su defensa a Elustondo y el canterano Aihen Muñoz en lugar de Zaldua y Theo, titulares ante el Betis en la Copa y ayer en el banquillo.

Pero si un equipo salió desconecta­do ayer en Anoeta ése fue el Espanyol, que vio cómo en menos de 10 minutos su rival era capaz de marcar dos goles como por arte de birlibirlo­que. Primero Mikel Merino en la primera acción de ataque local, después de que Willian José cabecease al poste el segundo córner que botaron los locales. El navarro fue el más listo de la clase para adelantars­e a todos los defensores españolist­as y empujar el balón a las redes cuando aún se disputaba el tercer minuto de juego. Y no pasaron ni cinco cuando de nuevo el hispanobra­sileño ponía el segundo desde los once metros en un penalti pitado por el VAR.

No se habían cumplido ni los primeros 10 minutos de juego y el Espanyol, perdido en Anoeta, había encajado ya dos goles que presagiaba­n lo peor. Aún así, fue capaz de ponerse por fin a jugar, con demasiado retraso, y demostrar que podía tener más argumentos que su rival. El problema fue que en ese momento ya se había hecho un poco tarde y la Real dominaba tanto en el campo como en el marcador.

Los de Rubi no se achantaron y en su primer remate a puerta, un centro cabeceado por Naldo adelantánd­ose a su marcador en un saque de esquina, fueron capaces de marcar para recortar distancias. Una acción a balón parado que –oh, milagro– esta vez no castigaba al Espanyol, sino a su rival. Se acababa de cumplir la primera media hora de juego y los blanquiazu­les volvían a meterse en un partido en el que habían estado ausentes hasta ese momento. Y no quedó ahí la cosa, ya que cuando los blanquiazu­les se pusieron de verdad a jugar, media hora después de que empezase el partido, demostraro­n que eran más equipo que la Real. Y tuvieron su premio, merecido, ya en el añadido de ese primer período, cuando el local Llorente se marcó en propia puerta al tratar de despejar un remate de Baptistão.

El Espanyol se iba a los vestuarios con una segunda oportunida­d quizá inmerecida. Pero el marcador no engañaba y los de Rubi creyeron tener la suerte y el partido de su lado. Sólo así se explica que ni ellos ni el propio Rubi reaccionas­en a los primeros avisos de la Real en el arranque del segundo período. Los visitantes eran quienes tenían el control, cierto, pero fue Mikel Merino el que volvió a alertar del peligro de la Real y Willian José quien remató un centro suyo al segundo palo para volverse a poner por delante en el marcador.

En ese duelo dionisíaco y apolíneo en el que tan a menudo se dirime el fútbol, el partido de Anoeta volvía a demostrar que la pasión siempre se acaba imponiendo al orden y la Real, a lo loco, sin orden y concierto, volvía a dominar a un Espanyol con argumentos, pero sin explicacio­nes para lo que estaba pasando.

Ni siquiera la posterior expulsión –justa– de Merino por doble amarilla con más de un cuarto de hora de juego por delante ni el recurso de Rubi con Piatti y Puado bastaron a los visitantes para recomponer­se.

CONTROL INSUFICIEN­TE Rubi salió con todo y consiguió igualar el marcador, pero su dominio posterior resultó estéril

 ?? JUAN HERRERO / EFE ?? Diego López se lamenta mientras Willian José celebra uno de sus goles ante un Espanyol decepciona­nte
JUAN HERRERO / EFE Diego López se lamenta mientras Willian José celebra uno de sus goles ante un Espanyol decepciona­nte

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