Los dilemas de Jeremy Corbyn
El líder laborista Jeremy Corbyn ha quemado una de sus principales naves –la moción de censura–, y su estrategia se complica a partir de ahora. Puede seguir castigando al Gobierno con una sucesión de votos como el de ayer, pero es improbable que la aritmética cambiase. Puede decidirse por un segundo referéndum como le piden las bases, el grupo parlamentario y la mayoría de votantes del partido, pero sus instintos son euroescépticos, y un Brexit blando es su preferencia. O podría apoyar un compromiso con May para que el Reino Unido siga en la unión aduanera, aunque entre los suyos no caería bien nada que sea ayudar a que el Gobierno salve las castañas. Igual que la primera ministra, durante dos años y medio ha dilatado las decisiones y aplazado el momento de pronunciarse, jugando con el absurdo de “respetar el resultado del referéndum” pero, al mismo tiempo, “conservar todas las ventajas de la pertenencia a la UE”. Pronto no le va a quedar más remedio. En el fondo, el dilema del Labour es el mismo que el de todos los partidos de centroizquierda, cómo responder a los movimientos populistas antiinmigración, si con políticas multiculturales de fronteras abiertas, o versiones liberales y más moderadas de la cruzada contra las instituciones globales, el libre comercio y el movimiento de personas. Los paralelismos entre el Brexit y el trumpismo son cada vez mayores, con dos gobiernos de grandes países y democracias venerables, pilares de la Alianza Atlántica y con asientos en el Consejo de Seguridad de la ONU, completamente paralizados por la batalla entre las élites que se benefician de la globalización y las víctimas del declive postindustrial.