Una espía en casa
András Forgách publica ‘El expediente de mi madre’, un secreto de familia en la Hungría de la guerra fría
El descubrimiento de que su propia madre era espía de la Hungría comunista es el detonante de El expediente de mi madre, donde Andrés Forgach relata, a partir de documentos desclasificados, una vida dividida entre las rutinas del hogar familiar y el trabajo como “informante”, un término cargado de negatividad.
El día que Forgách descubrió el secreto familiar el suelo tembló bajo sus pies: su adorada madre, Bruria, había sido espía durante años. Su padre también era agente secreto del régimen pero al desarrollar una grave enfermedad mental pensaron en su esposa para sustituirlo. Bruria –cuyo nombre de guerra sería Señora Pápai– espió para la dictadura comunista de János Kádár y pasó información comprometedora sobre amigos, vecinos, familiares, incluso sus propios hijos.
El autor pendula entre datos históricos, los documentos que le han hecho llegar y sus sentimientos. Intenta adivinar las razones y contradicciones de ese secreto. Rebusca
“Llamarte informador era como decir ‘asesino’ pero cuando el informador es tu madre cambia el matiz”
en la fe de su madre en el comunismo –credo en el que educó a sus hijos– y en su férreo patriotismo así como en su antisionismo militante pese a ser una judía nacida en la ciudad de Jerusalén...
El control de los ciudadanos en un país sometido a un régimen totalitario puede llegar a ser impactante, incluso grotesco. Situaciones que András Forgách (Budapest, 1952) expone en El expediente de mi madre (Anagrama), en catalán L’expedient de la meva mare (Angle Editorial) –figura en la portada la foto de los padres de Forgách el día de su boda– en un texto trufado de notas recogidas en distintas tipologías de letra para visualizar mejor el proceso.
En otoño de 2013 el escritor recibió una llamada. Le alertaban del hallazgo de un expediente en los archivos secretos de la policía que podría ser de su interés: unas carpetas llenas de documentos que atestiguaban las tareas de espionaje que su madre había realizado para los servicios de inteligencia húngaros. “Ahora existe una ley en el país que mantiene que todos los archivos son públicos. Pero, cuando empecé el libro, me advirtieron que sólo tendría un año para consultar en privado los documentos. Ni un día más ni uno menos”.
Su madre había pasado media vida haciendo equilibrios entre tres realidades: estar a cargo de su hogar, cuidar de sus cuatro hijos y recabar información sobre los movimientos de las corrientes sionistas. Forgách no lo supo hasta después de que ella muriera. “Llamarte ‘informador’ era como decir ‘asesino’ pero cuando el informador es tu madre cambia mucho el matiz”.
En realidad no le sorprendió. “Mi madre era muy reservada y siempre decía ‘¡si yo os pudiera explicar!’”, recuerda Forgách. “Aunque yo hubiera preferido descubrir que tenía un amante. Llevaba una vida muy caótica. Había estudiado para comadrona, hablaba varios idiomas y acogía a jóvenes periodistas que llegaban al país”.
A criterio de su hijo, la señora Pápai fue una gran patriota comunista que durante diez años trabajó para los servicios secretos. Con el libro, simplemente, ha querido zanjar el tema. Hacer su duelo. “Parte de mi familia, como me temía, no quería que yo sacara esto. Pero yo necesitaba hacerlo, por responsabilidad y sin lamentaciones”.
Hace apenas una semana Forgách recibió nuevos documentos, esta vez de su padre. “¿Qué pensé? Que pasan treinta años del cambio en Hungría y aún queda un 90% de material por descubrir. Puede que escriba un nuevo libro”.