La Vanguardia

Matti Nykänen, el mito de los saltos de invierno, se apaga a los 55 años

- SERGIO HEREDIA

Dice Bernat Solà (53) que la figura de Matti Nykänen lo cambió todo:

–El mundo del salto entró en una nueva dimensión.

Su conocimien­to en la materia es profundo. Solà estuvo en dos Juegos de invierno, en Sarajevo’84 y Calgary’88. En ambas ediciones ganó Nykänen.

Cuatro títulos olímpicos observan a Nykänen, que falleció ayer por causas desconocid­as –sufría diabetes desde hace años–, de azarosa vida más allá de la nieve. Se casó cinco veces. Fue a la cárcel por maltratar a una de sus esposas, la multimillo­naria Mervi Tapola, y por apuñalar a un hombre en una pizzería. Fue cantante de relativo éxito. Tuvo problemas de alcoholemi­a.

–Tenía un mal beber. Se ponía agresivo. En un mal momento, podía coger la mesa de un bar y lanzarla contra alguien, con todas las botellas encima. Y como ganaba muchas veces, pues tenía muchas fiestas que celebrar –dice Bernat Solà.

Solà cuenta muchas cosas acerca del mito, muchas de ellas en positivo.

–Era nuestro maestro. Nos recuerda de dónde venía Nykänen. De Finlandia:

–Y allí, el salto de esquí es deporte nacional. Pero además, cambió la forma de saltar.

Con Nykänen se rompieron los esquemas. Se introdujo el vídeo en los entrenamie­ntos. Hubo cambios fisonómico­s. Era un flaco de 1,78 m y 59 kilos. Les hizo comprender que el saltador debía ser una pluma.

–Y nosotros, hasta entonces, venga a meter músculo. ¡Qué error! Nykänen lo demostró.

Lo dice la estadístic­a. Hasta la aparición de Nykänen, el salto más largo rondaba los 181 m. Nykaenen se lanzó hasta los 191.

–Diez metros más... es una diferencia brutal. Espero que lo entienda.

–¿Y cómo lo hizo? –Nykänen comprendió que llevar los esquíes por delante le frenaba. Los ladeó. Así, con los esquíes enfocados a un lado, podía echar el cuerpo adelante. Eso le permitía estar más rato en el aire. ¿Sabe qué pasó entonces? –Dígame.

–Hubo que cambiar el perfil de los trampoline­s, tuvieron que alargarlo. ¡Nykänen iba tan lejos que se le acababan las pistas!

Ante sus rivales, abría diferencia­s insuperabl­es. En Thunder Bay, en Canadá, superó a todos en diez metros.

Diez metros por salto.

–Le hicimos reverencia­s. Nos pusimos de rodillas ante él y le dijimos: “Eres un monstruo”.

El éxito le generó dividendos económicos. Protagoniz­ó decenas de anuncios. Cantó. Su primer álbum, en 1992, se vendió bien: fue disco de oro. El segundo no le llevó a ningún sitio.

MODELO “Su técnica lo cambió todo: modificó la aerodinámi­ca en el salto”, dice Bernat Solà

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BOB PEARSON / AFP Nykänen, en Calgary’88

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