Un derbi de culto
Cuando juegan el IJsselmeervogels y el SV Spakenburg, un pueblo holandés de 20.000 habitantes es el centro del universo futbolístico
Las carreteras de acceso a la localidad están colapsadas. Es imposible encontrar aparcamiento. En todas las casas ondea una bandera, ya sea roja o azul. El Ayuntamiento ha prohibido la venta de alcohol hasta las cinco de la tarde, a fin de evitar los incidentes violentos que se han producido en otras ocasiones. Para la fiesta de los vencedores –si los hay– ha sido designado un parque industrial a cuarenta minutos del centro. En las taquillas hay unos carteles que dicen Uit Verkocht, todo vendido. En el estadio no cabe un alfiler. El seleccionador nacional se halla en las gradas, así como periodistas de medio mundo. El partido comienza con diez minutos de retraso para retirar los globos,las máscaras y toda la parafernalia del show que ha precedido al fútbol, y ha acabado en el césped.
¿De qué partido se trata? El Uit Verkocht indicaría que estamos en Holanda, pero no se trata de un Ajax-Feyenoord. De hecho, no participa ninguno de esos equipos, ni tampoco el PSV, o cualquier otro club de la Eredivisie. Los protagonistas son el IJsselmeervogels y el SV Spakenburg de la tercera división semiamateur del país, considerado uno de los derbis de culto del fútbol mundial desde que hace años una revista lo clasificó en el puesto diecinueve de los más apasionantes del planeta (con el Boca-River en el número uno), y apareciera en un par de documentales de televisión. Desde entonces, aficionados belgas, franceses, alemanes, austríacos, escandinavos, norteamericanos y hasta japoneses vienen a esta ciudad costera neerlandesa, a una hora al sudoeste de Amsterdam, para decir que han estado y poder tachar el acontecimiento de las cosas que quieren hacer en esta vida, como quien se propone visitar todos los parques nacionales de los Estados Unidos o todos los estadios de Gran Bretaña. Es el partido hipster por excelencia, el fútbol puro, auténtico, libre del glamour artificial y prefabricado de la Premier y otras grandes ligas profesionales.
El Sportpark de Spakenburg no es ciertamente ni Wembley ni la Bombonera, sino un campo con capacidad para ocho mil aficionados donde en días normales la taquilla con suerte llega a dos mil, pero que para el derbi global supera con creces esa cantidad, con chavales subidos hasta en los tejados y gradas provisionales sobre ruedas que rellenan cualquier espacio vacío. Fox Sports y la televisión nacional holandesa lo retransmiten en directo.
El derbi es tan local que los dos clubs tienen sus estadios en el mismo complejo deportivo, separados únicamente por un parking (de hecho, los visitantes se cambian en su vestuario y llegan a pie en tres minutos al estadio rival). El IJsselmeervogels, el local, va segundo de la clasificación tras veinte partidos jugados, y aspira al ascenso a la segunda categoría del fútbol de Holanda, que ya es completamente profesional, un objetivo que se le ha escapado varias veces en los últimos años. El Spakenburg es sexto de la tabla.
La atención internacional ha puesto una considerable presión sobre los hinchas de ambos equipos para responder a las expectativas, ya no tanto a nivel de calidad futbolística como de espectáculo. Los nativos se quejan de que la violencia de años pasados fue orquestada por hooligans de Rotterdam, Amsterdam y La Haya que aprovecharon el relieve del partido para pegarse en terreno neutral. Y se empeñan en mostrar al mundo una cara divertida pero amable de este derbi de culto. Otras veces los seguidores del IJsselmeervogels han puesto sobre el césped un cerdo, porque sus rivales tienen la reputación de ser el equipo de los granjeros. Y los hinchas del SV Spakenburg han arrojado sobre la grada de su rival centenares de escobillas para limpiar el váter. En esta ocasión el tema del show prepartido es la serie española La casa de papel (muy popular en Holanda), y antes de que empiece a rodar la pelota se ha desplegado un gran mural que dice en castellano La casa de los pájaros (el nombre del anfitrión se traduce literalmente como “los pájaros del lago IJssel”). Desde el terreno de juego, hombres encapuchados disparan ametralladoras de juguete sobre los hinchas, que al entrar al recinto reciben una máscara (todo eso es lo que demora el silbato inicial).
Los dos derbis de esta temporada han acabado en empate, sin ocasión para que ninguna de las hinchadas pudiera celebrarlo por todo lo alto a partir de las cinco, cuando se levanta la veda del alcohol. Aunque en realidad toda la ciudad, el sector rojo (IJsselmeervogels) y el sector azul (SV Sparkenburg), festeja el día en que la pequeña localidad de veinte mil habitantes se convierte en el centro futbolístico del universo.
Periodistas y aficionados de todo el mundo acuden a un derbi hipster, con fama de autenticidad