La imparcialidad no depende de la geografía

LA imparcialidad es una de las garantías básicas que tiene cualquier persona que se enfrenta a un proceso judicial. La imparcialidad figura entre los derechos fundamentales de toda democracia. La imparcialidad nos garantiza el juicio justo, la tutela judicial efectiva y el amparo real ante los tribunales. La imparcialidad está y siempre se la espera, sobre todo en esta hora compleja que nos toca vivir.

Quienes no hemos cuestionado nunca que España es una democracia, donde existe la separación de poderes y los jueces obran según su conciencia pero de acuerdo con las leyes, no entendemos qué quiso decir el fiscal Pedro Rubira cuando, para justificar que la Audiencia Nacional sea el órgano que enjuicie al mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero, ha cuestionado la imparcialidad de los tribunales catalanes para juzgar los delitos de sedición y rebelión derivados del procés. No ha quedado claro si Rubira creía que el hecho de que un magistrado fuera catalán debía ser motivo de duda, desconfianza o sospecha. Ignoro si entre los atributos que definen a los catalanes figura el de ser parciales, irrazonables o injustos. Hasta donde conozco, en ningún tratado de derecho el lugar de origen condiciona la postura ante la vida, la objetividad o la democracia.

El fiscal Rubira ha hecho estas afirmaciones en la vista previa celebrada ayer ante el tribunal llamado a enjuiciar al máximo responsable de la policía catalana. Tan disparatado ha sido su argumento, que la Fiscalía tuvo que aclarar que no duda de la profesionalidad de los magistrados que ejercen en Catalunya. Puede que Rubira piense, como Oscar Wilde, que sólo podemos dar una opinión imparcial sobre los asuntos que no nos interesan. Pero lo más probable es que simplemente lo dijo porque lo creía, habiendo hecho el peor servicio a la justicia. Como si la imparcialidad fuera una cuestión geográfica y no de valores.