La Vanguardia

Ahora resulta que somos vecinos

- Quim Monzó

No sabía que Òscar Andreu viviera en Sant Antoni. Yo también vivo ahí y no lo he visto nunca por la calle, quizá porque paseo poco desde que los turistas lo han convertido en un barrio donde los comercios tradiciona­les han ido cerrando uno tras otro para dar paso, sobre todo, a bares y restaurant­es anodinos, y porque él, entre la radio y la tele, no para de trabajar. Me ha ilusionado saber que lo tengo de vecino, y que ya lo era el día, hace bastantes años, que nos reunimos para comer en el Bahia Porto Mar del Paral·lel, él, Òscar Dalmau, Jair Domínguez, Quim Morales, Pérez Esquerdo, Tomàs Fuentes, Oriol de Balanzó y un servidor. (Espero no haber olvidado a nadie.) El Bahia Porto Mar también ha cerrado. Su feijoada era excelente. Pero supongo que el amo se hartó, calculó que la vida es corta y prefirió dedicarse a sus amados caballos, que tenía en Gavà. En principio, un restaurant­e brasileño tendría que triunfar entre los hipsters de Sant Antoni, sobre todo con las caipiriñas espléndida­s que preparaba, pero quizás era un local poco cuqui para la nueva realidad sociológic­a del barrio.

David Cobo entrevista a Òscar Andreu

Como en tantos barrios de Barcelona, en Sant Antoni lo habitual ha sido montar pisos turísticos, no ‘meublés’

en Tot Barcelona. El titular es impactante: “Me han echado de mi piso de Sant Antoni para convertirl­o en un meublé’’. Explica que hace veintitrés años dejó Terrassa para instalarse en Barcelona. Vivió en Casanova con ronda Sant Antoni desde que instalaron el entoldado provisiona­l mientras hacían las obras del mercado, que han durado siglos y finalmente se inauguraro­n hace unos meses: “Me las comí desde el inicio. Viví allí desde que pusieron el mercado provisiona­l. Lo que ahora ha quedado es una especie de superficie de hormigón muy fea. Podría parecer un tipo de avenida posapocalí­ptica, pero algunos días, en un cierto momento, el sol incide de forma clara y la gente aprovecha para pasear”. Explica que su compañera y él estaban de alquiler. Hasta que un día el propietari­o les dijo que un fondo buitre lo expulsaba de donde vivía y que, por lo tanto, necesitaba el piso. Òscar Andreu le dijo que, si un fondo buitre lo echaba, él se iba sin ningún problema del piso donde había vivido los últimos nueve años. Pero... “Bueno, finalmente, resultó ser mentira. A los dos días de haber hecho la mudanza me llamaron los vecinos para explicarme que aquel señor no había ido a vivir sino que había montado un meublé. Es decir, que me habían echado de casa para montar un piso donde, probable y presuntame­nte, se dedican a otras actividade­s que no son solo la de vivir ahí, vaya. Pero cuando me enteré ya había encontrado un nuevo piso en Sant Antoni y ya era tarde”.

En este barrio, como en tantos otros de Barcelona, durante los últimos lustros lo habitual ha sido montar apartament­os turísticos, uno tras otro. ¿Quizá se ha llegado a un punto de saturación tal que ahora es más rentable montar meublés? No lo creo; probableme­nte se trata de un caso concreto, no extrapolab­le, pero me ha conmovido que Òscar Andreu utilice el término meublé, que los millenials consideran tronado porque ellos ahora los llaman love hotel.

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