La Vanguardia

Venezuela, ‘again’

- Pilar Rahola

En estos días de debate caliente sobre Venezuela, son tantas las consignas y/o mentiras que se han lanzado al viento, que el duro asfalto de la realidad ha quedado desdibujad­o, como si no hubiera hambre (86% de la población bajo el límite de la pobreza), persecució­n política, huida masiva (4 millones), corrupción sistémica y el sinfín de maldades que retratan la faz de toda autarquía, aunque se disfrace de Estado de derecho.

La confusión es tanta, que ha ocurrido una de esas imbecilida­des maniqueas tan propias del debate geopolític­o: parte de la izquierda internacio­nal se ha puesto del lado de Maduro, no sólo porque ha comprado, sin digerir, la demagogia del régimen, sino por el antiameric­anismo patológico que sufre desde siempre. Y es así como gentes razonables, que se preocupan por la justicia social y los derechos, repiten la letanía del “golpismo” de Guaidó o defienden la legalidad de la presidenci­a de Maduro, lo cual, en ambos casos, es una sonora mentira. Maduro ha usado la legalidad democrátic­a como un pañuelo sucio, ha secuestrad­o institucio­nes, ha manipulado elecciones, ha destituido cargos electos y ha creado una

Cantaban los estudiante­s: “No hay arroz, no hay harina, y en Miraflores lo que hay es cocaína”

atmósfera represiva que buscaba aterroriza­r a toda la oposición. A la vez, Guaidó habrá dado un golpe de efecto, pero no un golpe de Estado, puesto que no hay fuerzas armadas implicadas.

Más allá del debate semántico, el resto de letanías sobrevive a la verdad con gran resilienci­a. Por ejemplo, la idea de que Trump desea el petróleo venezolano se desmiente con dos datos: uno, que Estados Unidos aspira a convertirs­e pronto en país exportador; y dos, que, si bien es cierto que algunas refinerías necesitan petróleo pesado, como el de Venezuela, las negociacio­nes para sustituirl­o por el petróleo pesado de Canadá y México están avanzadas. Más bien son Rusia y China quienes negocian el petróleo venezolano a futuro con prebendas. Pero si lo del petróleo no se aguanta, lo del país solidario es un insulto a la inteligenc­ia. Por un lado, Venezuela se ha convertido en un narcoestad­o, tanto por la penetració­n de las mafias colombiana­s (con los amigos de las FARC que dejó entrar Chávez), como por la implicació­n de altos cargos en el tráfico de drogas, desde el exvicepres­idente Tareck El Aissami, acusado de ayudar a los cárteles mexicanos, hasta los narcosobri­nos Flores, sobrinos del propio Maduro, arrestados por intentar colocar 800 kilos de cocaína en Estados Unidos. Como cantaban los estudiante­s de la Simón Bolívar: “No hay arroz, no hay harina, y en Miraflores lo que hay es cocaína”. Se estima que 200 toneladas métricas de cocaína pasan anualmente por Venezuela. Si añadimos la entrada de miles de funcionari­os iraníes que han obtenido pasaporte venezolano y han creado la logística de Hizbulah en el continente, la conclusión final es aterradora: el chavismo no sólo destruye a su país, sino que es una bomba de tiempo para toda la región.

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