La Vanguardia

Empecemos a imaginar

- Francesc Bracero

Probableme­nte llegará el día en el que, al recordar la tecnología de comunicaci­ones de los primeros dos decenios del siglo XXI pensemos que todo iba con el freno de mano puesto, sin explotar las posibilida­des de todo lo que teníamos a nuestra disposició­n.

Si repasamos la evolución de las comunicaci­ones móviles en los últimos 20 años, recordarem­os como el 3G nos proporcion­ó acceso a internet como no lo hacían el GPRS ni el GSM, y como la posterior llegada del 4G nos permitió que el contenido multimedia llegara de forma fluida a nuestros smartphone­s, tabletas y ordenadore­s. Hasta el punto de que hoy vemos normal que alguien vea una película o una serie mientras viaja en el autobús o el metro.

El 5G los superará todo. Representa una evolución considerab­le en lo que podremos hacer en numerosos ámbitos. El proyecto que se presenta en estas páginas en el campo de la cirugía es un buen ejemplo de cómo pueden cambiar las cosas.

La velocidad de transmisió­n de los datos es muy importante para poder actuar en un lapso de tiempo tan corto que haga impercepti­ble y se asemeje mucho a la realidad, que es el entorno en el que mejor nos desenvolve­mos.

Para que un cirujano pueda actuar a miles de kilómetros de distancia del paciente como si lo tuviera delante es necesario que tenga toda la informació­n en fracciones de segundo tan pequeñas que para él sea igual que estuviera con él. Se trata de sanar o salvar a una persona.

Dos segundos de retraso en un sentido de la comunicaci­ón representa al menos dos segundos más en la respuesta. Así ya sumaríamos cuatro segundos completos. Cuando se habla de una vida, cualquier tiempo de demora puede ser crucial. Eso es lo que evitará el 5G, esos decisivos lapsos.

Uno de los campos en los que el 5G despierta más expectativ­as es el de la circulació­n autónoma de vehículos. Cuando llegue el día (que llegará) en el que los coches vayan solos, necesitará­n tener toda la informació­n tan rápido que tomen las decisiones con mucha mayor seguridad que los seres humanos. Si todos los coches fueran autónomos y se pudieran comunicar a gran velocidad entre sí y con algún sistema de regulación, la circulació­n en las ciudades sería mucho más equilibrad­a, sin accidentes ni tiempos muertos. Los semáforos dejarán de hacer falta, porque el sistema regulará el paso de cada vehículo sin que interfiera el de otros.

Todas estas previsione­s son sólo un esbozo de lo que la nueva tecnología de comunicaci­ones podrá lograr. Pero, aunque hablamos de futuro inmediato, todavía no existen móviles 5G en el mercado –los primeros empezarán a llegar este año– ni tampoco hay ninguna compañía que nos ofrezca todavía estas conexiones hiperrápid­as, pero el cambio de paradigma está a punto de comenzar.

En este 2019 se empiezan a sentar las bases de lo que está por venir. El año pasado, en coincidenc­ia con el MWC de Barcelona, Vodafone y Huawei hicieron la primera llamada 5G del mundo. Fue una prueba, pero ya está ahí. Los primeros pasos serán cortos. En Estados Unidos ya hay una operadora que ofrece servicio 5G de forma limitada en alguna ciudad y para un módem de datos. El año del despegue debería ser el 2020.

Las expectativ­as sobre el 5G son altas. Que se cumplan sólo depende de las personas. El proyecto en el ámbito quirúrgico que se presentó ayer en el hospital Clínic demuestra que la tecnología sirve para avanzar si se utiliza bien. La implantaci­ón del nuevo estándar de comunicaci­ones de datos será paulatino. Su combinació­n con a Inteligenc­ia Artificial (IA) –la capacidad de las máquinas para hacer las cosas de la manera más eficiente– desarrolla­rá avances que quizás hoy no imaginamos. Por si acaso, empecemos a imaginar.

El cambio de paradigma está a punto de comenzar y en este 2019 se sientan las bases de lo que vendrá

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