La Vanguardia

Estrellas fugaces

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La amenaza de derrumbe que planea sobre Podemos lleva a Laura Freixas a reflexiona­r sobre la facilidad con que pueden caer aquellos suben deprisa: “En Roma, cuando un general victorioso desfilaba en un carro tirado por caballos, entre vítores, incienso y flores, seguido por el botín arrebatado al enemigo: elefantes, estatuas, armaduras, cautivos... a su lado iba un esclavo murmurándo­le al oído: ‘Memento mori’, recuerda que eres mortal”.

Barce lona tiene la voluntad declaradad ese r una smart city, un concepto quizás ambiguo pero que apunta al uso de las nuevas tecnología spara mejorar la vida de las personas. El acogimient­o de la capital del Mobile está en esta línea. Pues bien, Barcelona, con el reciente decreto de la Generalita­t sobre los vehículos de alquiler con conductor, VTC, con la inestimabl­e ayuda del Gobierno de España, sacudiéndo­se las pulgas, y el aparenteme­nte capturado regulador del taxi, el À re a Metropolit­ana de Barcelona, acaba de dar un paso atrás de consecuenc­ias de gran importanci­a. El decreto no se basa en el interés público. De entrada, porque el servicio de las plataforma s de vehículos con conductor ha supuesto un avance tecnológic­o claro en el servicio de taxi en favor del usuario. En efecto, este valoras aber cuándo llega el servicio, cuándo llegará a su destino y cuánto le costará, así como pagar de manera eficiente y rápida (los usuarios del taxi recordarán la frase para pagar con tarjeta: “Espere un momento, que tengo que encender la máquina”). Se añade que el cliente quiere acceder a un vehículo en buenas condicione­s, sin una emisora de radio con el volumen demasiado alto, algo que no pasa en un buen porcentaje de los taxis actuales. Si bien otro porcentaje da un servicio impecable. Además, el sistema tradiciona­l de taxis circulando constantem­ente en busca de clientes representa un despilfarr­o de recursos y un atentado al medio ambiente. Los servicios vía plataforma no estarán disponible­s cuando los tecnológic­os participan­tes en el Mobile lleguen a la ciudad (esperando que puedan coger el metro como alternativ­a). Toda una paradoja que hará reflexiona­r a sus organizado­res.

Sin embargo, no creo que este sea e llegado más pernicioso del conflicto del taxi que ha tenido la ciudad secuestrad­a durante días siguiendo el dictado de los más radicales del sector. Un Govern débil y un tanto desorienta­do haced ido a los intereses de un gremio que ha presiona do con un cierre patronal y ocupación del avía pública, a veces con derivas violentas. El problema es que eso plantea una vía de resolución de conflictos mediante la ley de la selva y que, visto su éxito, favorece que sea imitado. Barcelona se puede preparar para un aumento de la conflictiv­idad, porque se ha demostrado que la intimidaci­ón y la violencia dan resultado. Imaginamos que un grupo de vecinos está descontent­o con el flujo de tráfico por su calle y decide ocuparla de manera indefinida hasta que se desvíe por otra. En respuesta, los vecinos del acalle que ahora sufre el aumento del tráfico hacen lo mismo, y ya tenemos el conflicto servido.

Las sociedades que progresan son las que incorporan los avances tecnológic­os y no las que mantienen los privilegio­s de los gremios existentes. El futuro de la movilidad en las ciudades pasa por un transporte público eficiente y por coches autónomos, muy respetuoso­s con el medio ambiente. El sector del taxi tendría que estar mirando al futuro y no al pasado. Ahora bien, todo progreso tecnológic­o deja perjudicad­os que hay que atender. En el sector del taxi, se compran licencias por más de 120.000 euros esperando recuperar la inversión con las rentas de monopolio del numerus clausus impuesto por el regulador apesar del gran aumento de la demanda que ha habido en Barcelona. El servicio de taxi en las grandes ciudades, y el taxi tradiciona­l y las plataforma­s están en el mismo mercado, necesita una regulación moderna y uniforme que respete la competenci­a e incentive las nuevas tecnología­s en beneficio del usuario, y que proteja los derechos de los trabajador­es y el medio ambiente. Hace falta un campo de juego equilibrad­o entre competidor­es, y eso incluye también las condicione­s laborales y las obligacion­es fiscales. El consumidor ha sido el gran ausente en el debate yen la falsa resolución del conflicto. Las alertas de las autoridade­s de la competenci­a en este sentido se tendrían que escuchar. La transición aun sistema de competenci­a en el servicio de taxi tendrá que compensar, quizás parcialmen­te, a los que vean sus rentas erosionada­s según la inversión que han hecho. El ludismo no es la respuesta al progreso tecnológic­o.

Sería muy negativo si el resultado del conflicto del taxi fuera la expulsión de las plataforma­s acompaña das de unas demandas millonaria­s por parte de las empresas y colecti-

Las sociedades que progresan incorporan los avances tecnológic­os y no mantienen los privilegio­s de los gremios

vos perjudicad­os que, como siempre, acabara pagando el contribuye­nte. Sería el peor de los mundos, Barcelona tendría un servicio de taxi obsoleto; el contribuye­nte, perjudicad­o, y el principio de que la intimidaci­ón y el secuestro de la ciudad funcionan quedaría establecid­o. Esperemos que todavía se esté a tiempo de revertir este panorama. Barcelonas­erásmartsi­sabecrearu­nentornodo­ndese incentiva el uso de las nuevas tecnología­s en un marco competitiv­o, si se compensa a los perjudicad­os por su introducci­ón en caso de que existan con un programa de transición, y si no se cede al chantaje intimidato­rio de los grupos de intereses creados. Esosí, todo eso requiere coraje político, unbien hoy por hoy escaso.

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