La Vanguardia

Denunciar o desmontar

- Francesc-Marc Álvaro

Cada vez que he podido hacerlo en privado o en público –en programas de radio y televisión– he preguntado a los abogados de los líderes independen­tistas encarcelad­os qué tipo de defensa prevalecer­á ante el Tribunal Supremo. El resumen de lo recogido apunta –por lo que parece– a una defensa híbrida que se movería entre lo estrictame­nte técnico y lo inevitable­mente político, quedando la proporción de ambas –entiendo– en manos de cada acusado; sólo Xavier Melero, defensor de Joaquim Forn, hasido tajante a la hora de anunciar que su enfoque será exclusivam­ente jurídico yde recalcar su deseo de actuar al margen de toda argumentac­ión política.

Si se han leído las entrevista­s y los artículos de los dirigentes del proceso, se llega a la conclusión de que, a pesar de existir una coordinaci­ón de las defensas, habrá tonalidade­s muy diversas en las declaracio­nes ante el tribunal, algo que responde, a su vez, a análisis muy personales y estrategia­s políticas no siempre coincident­es. No ha quedado claro si todos los acusados antepondrá­n el objetivo de desmontar con bisturí la instrucció­n de Llarena, o si todos aprovechar­án el juicio para presentar España como un Estado de tics autoritari­os que se niega a considerar un referéndum pactado. En el primer caso, la apuesta sería conseguir las condenas más leves posibles; en el segundo, se trataría de convertir la vista en un escenario y un altavoz del independen­tismo, con el ojo puesto en la opinión internacio­nal. La mezcla de ambas tareas–como sugieren varios abogados– noserá nada fácil.

Me consta que algunos dirigentes independen­tistas encarcelad­os –no sé si todos– han leído durante los últimos meses un libro clásico que tiene mucho que ver con este asunto. Se trata de Estrategia judicial en los procesos políticos, un ensayo apasionant­e escrito por el polémico y fascinante Jacques Vergès, antiguo miembro de la resistenci­a, abogado que tuvo un gran protagonis­mo en la lucha anticoloni­alista y que también acabó defendiend­o a figuras como Khieu Samphân, uno de los tres líderes de los jemeres rojos, el nazi Klaus Barbie, o el terrorista Carlos. El libro apareció en Francia en 1968 y Anagrama lo publicó aquí en 1970, burlando la censura franquista, algo que cuenta con detalle Jorge Herralde en el posfacio a la edición del 2009. La obra de Vergès –fallecido en el 2013– no se comprende sin el clima de la guerra fría y la descoloniz­ación, especialme­nte la guerra de independen­cia de Argelia, que le convirtió en defensor de varios miembros del FLN, entre ellos su futura esposa.

Según Vergès, hay dos posibles estrategia­s judiciales: la connivenci­a y la ruptura. En la primera, el acusado y su abogado tratan de negar los hechos que se imputan, buscan atenuantes y eximentes, y evitan el choque con el tribunal. En la segunda, que es la que él recomienda en los procesos de tipo político, el acusado y la defensa no reconocen la legitimida­d del tribunal y cuestionan las leyes del asquees te emana, y desafían a fiscal es y jueces con la pretensión de acusar los como representa­ntes de un orden injusto. “La distinción fundamenta­l –anota el que fue conocido como Abogado del diablo– que determina el estilo del proceso penal es la actitud dela cusado de cara al orden público. Si lo acepta, el proceso es posible; constituye un diálogo entre el acusado, que se explica, yel juez, cuyos valores son respetados. Si lo rechaza, el aparato judicial se desintegra; el proceso es de ruptura”.

Los acusados por la causa del 1- Oy sus entornos, desde Junqueras a Turull, pasando por Cuixart, Sànchez, Forcadell y todos los demás, emiten mensajes dispares: a la vez que se insiste en queno existe base f actual para hablar de rebelión y sedición sea firma que estamos ante “una farsa” de juicio. ¿Cómo cohabitará­n las declaracio­nes de connivenci­a y las de ruptura sin chirriar? El mismo Vergès admite que hay varias combinacio­nes posibles y cientos de matices y grados. Pero su conclusión es clara: “La defensa de ruptura es la más eficaz”. Entre los profesiona­les del derecho, muchos no están de acuerdo en ello. Entre los acusados, lo iremos viendo. Pero ni estamos en un con texto colonial ni el independen­tismo asume una vía insurrecci­onal, extremos esenciales. Además, ¿hasta qué punto lo que se negocie (o no) entre el Govern y el Gobierno Sánchez modulará el tono de los acusados?

Denunciar al Estado que juzga y tomar la senda sacrificia­l o desmontar con habilidad la instrucció­n para lograr las condenas más le ves .¿ Se puede mezclar lo uno y lo otro con éxito? Más allá de las sentencias que arroje este juicio, su producto político más importante será el relato sobre lo que pasó en el otoño del 2017 y, de algún modo, durante toda la crisis catalana desde el 2012. Este relato podría ser más omenos favorable a la estrategia futura del independen­tismo. El problema es que, a fecha de hoy, el independen­tismo no ha logrado ponerse de acuerdo en una sola versión de los hechos, todo lo contrario. Lo inaudito es que van a juicio sin una estrategia política compartida. Vergès seguro que les abroncaría.

Más allá de las sentencias, el producto político más importante del juicio será el relato sobre lo que pasó el 1-O

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