El clásico no perdona
Un Barça-Madrid pocas veces defrauda. Es un contenedor de emociones, caben varios partidos en él. Así fue el de ayer, trepidante, lleno de corrientes: ahora el Madrid parece el dueño, ahora estáacorralado. Ladescripciónes reversible, funcionó para el Barça también. El clásico tiene también la facultad de marcar a determinados futbolistas para bien ypara mal. Anoche fueron señalados dos, Malcom y Coutinho. Hiperactivo y goleador el primero, espectral y silbado el segundo, nada será ya igual para ambos. En el Madrid no hubo vindicaciones reseña bles. Si acaso la de su entrenador, Santiago Solari, que salió sin rasguños después de dejar a Bale en el banquillo, segundo tótem que enfila después de Isco. Vinicius, que venía anunciado comouna maravilla, no se creció en el gran escenario como se anticipó alegremente. Enrealidad, más allá de Coutinho, el encuentro no dejó heridos de gravedad. Si acaso se podrá decir que el resultado es beneficios o para el Madrid, pero en la vuelta, sino hay contratiempos, en la alineación inicial del Barça comparecerán Messi y Dembélé en las alas, nada que ver con el voluntarioso Malcom y el transparente Coutinho.
La sensación de que la Copa le estorba este año al Barça se hizo materia en la primera media hora. A los 15 minutos de partido quienes se hicieron pasar por adultos (ante el fútbol todos nos infantilizamos, de ahí la gracia) fingiendo aceptar la suplencia de Messi con la misma madurez conque la asumióel argentino ya maldecían todos los espíritus pidiendo cambios en la alineación. El Madrid se gustaba y el Barça iba perdidísimo, extrañamente desorganizado encontraste con un agrada que empezó muy guion izada: ahora el himno a capela, después las pancartas pidiendo la libertad de Sandro Rosell, más tarde la habi- tual reclamación de independencia… La coreografía dio paso pronto al desespero, centrado en dos figuras que resolvieron el acoso de manera opuesta: Malcom con entusiasmo y sin esconderse pese a alternar aciertos con errores garrafales; Coutinho, en cambio, conrecogimiento anímico y físico, en consonancia con su temporadapeseal interés institucional de que le vaya bien. El brasileño ha convertido enundrama la ausencia de Dembélé, cuyas galopadas rebosantes de determinación se echan de menos como si llevara dos años y no dos semanas sin jugar. Qué ganas de volver a ver al francés, ya en San Mamés. Malcom supo aprovechar el clásico a su manera. Coutinho apenas si lo disputó.
Aratos se hizo demasiado visible también el sufrimiento de Busquets, RakiticySuárez, inmunes a la crítica si esta se orienta hacia la actitud, así que subyace un posible problema de acumulación de partidos mal llevados. En ocasiones parecieron fundidos.
En la segunda parte se recuperó el orden desde la perspectiva azulgrana. La Copa se perdió de vista como objetivo y delante sólo se tuvo en cuenta al Madrid. Perder el partido podía tener efectos colaterales indeseados pensado enSanMamésyLyon, enlaLigay la Champions. El Madrid, insólitamente solidario y trabajador, se fue empequeñeciendo al fin víctima dedos celebraciones que subieron el volumen del agrada: Messi salió a calentar y Malcom marcó. Evitada la derrota, se coló Mateu Lahoz en el espectáculo, para frenarlo, obviamente.
Coutinho, espectral y silbado, sale marcado: el deseo devolver a vera Dembélées ya irreprimible