Y al despertar, Felipe seguía ahí

Yal despertar, Felipe seguía ahí. Es como el dinosaurio en el cuento de Monterroso, que imperturbable guarda las esencias, sin acechar pero siempre alerta, descansando pero con un ojo abierto. No tiene nada de jarrón chino, como mucho es como el gran vaso de porcelana en donde se escondía Tintín en El loto azul. Allí se ocultaba, escuchaba conversaciones y preparaba su estrategia. González demostró ayer que el dinosaurio no está dormido, sino más activo que la mascota de los Picapiedra y en un vídeo distribuido por su fundación entró en el debate político para decir claro y alto que no se necesita ningún relator a fin de intermediar en el diálogo para la crisis catalana. Y añadió que se está entrando en un terreno de confusión peligroso, que se debe acotar con claridad el perímetro de las conversaciones con los independentistas y que no entiende para qué se necesita una mesa de partidos en la que no participan los que no quieren y establecida por un Ejecutivo (el de Quim Torra) que no permite que funcione el Parlamento.

González salió del jarrón chino rompiendo la cristalería. El expresidente se puso al lado de los barones del partido, muy nerviosos por el coste de este diálogo ante unas elecciones en puertas y dejó en una situación incómoda a Pedro Sánchez, que cree que es posible dar un paso más en la desinflamación catalana que al mismo tiempo permita el apoyo a los presupuestos de ERC y el PDECat.

Sánchez llamó a Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba (por este orden) después de presentar la moción de censura que le condujo a la Moncloa. No les consultó antes, porque desde que fue defenestrado entendió que, como en las carreras de fondo, el tramo final se hace solo. Sánchez respeta a González, pero sabe que no le debe nada. El expresidente le ha querido marcar territorio en mitad de la polémica. Es la añoranza del parque jurásico.