Acuerdo de paz entre la República Centroafricana y 14 grupos armados
Las amnistías a los líderes sectarios condicionan el fin a cinco años de guerra
Acuerdo de paz en República Centroafricana después de cinco años de cruel guerra civil. En este tiempo ha habido siete intentos anteriores que no sirvieron para nada, pero esta vez las negociaciones han sido directas y han reunido al Gobierno con catorce grupos armados desde el 24 de enero en la capital de Sudán, Jartum.
Las perspectivas de éxito son confusas porque el contenido del acuerdo, alcanzado el miércoles, no se ha hecho público, según el ministro de Información centroafricano, Ange Maxime Kazagui, debido a “formalidades”. Los días 10 y 11 de febrero hay una nueva cita en Addis Abeba, sede de la Unión Africana, que es el organismo gestor del acuerdo con el respaldo de la ONU, y será en la capital etíope donde se darán a conocer los detalles.
El presidente de la Comisión de la Unión Africana, Musa Faki Mahamat, dijo que “hay que hacer concesiones y debemos aceptarnos todos los unos a los otros, hay que cerrar la página de la violencia y la destrucción”. Es más fácil decirlo que hacerlo, porque precisamente lo que más preocupa a todo el mundo es si habrá o no una amnistía para los crímenes cometidos en estos años.
Iglesias, mezquitas y aldeas enteras fueron atacadas y quemadas. Miles de personas fueron asesinadas tanto por musulmanes como por cristianos. Hay más de 640.000 desplazados –la mitad, niños– en un país de apenas tres millones de habitantes.
Todo comenzó en noviembre del 2012, cuando una coalición de grupos rebeldes llamada Seleka, de mayoría musulmana, se alzó contra el presidente François Bozizé. Al cabo de cuatro meses, Seleka tomaba la capital, Bangui, y su líder, Michel Djotodia, expulsaba a Bozizé del poder. Pronto, grupos cristianos se armaron, bajo el nombre de “anti-balaka”. El 5 de diciembre del 2013 mataban a 60 musulmanes en Bangui. La respuesta fue dos días de matanza de cristianos.
A partir de ahí, la espiral fue imparable. La violencia sectaria acabó siendo, naturalmente, una tapadera de la lucha por el control de los recursos mineros del país oro, diamantes y uranio. La Unión Africana envió tropas y también Francia, la antigua potencia colonial, bajo el paraguas de Naciones Unidas.
Según France Presse, los jefes de los principales grupos armados exigieron en las negociaciones de Jartum que se incluyera una amnistía, lo que fue rechazado en principio por el gobierno del presidente Faustin Archange Toudadera. Sin embargo, un activista por los derechos humanos, Brunon Hyacinthe Gbiegba, que estuvo presente como observador, señaló a la agencia Ap que en el acuerdo de paz se habla de la suspensión de la persecución de algunos acusados de abusos y crímenes. Dos líderes “anti-balaka” han sido llevados ante la Corte Penal Internacional, cuya fiscal, Fatou Bensouda, no ha reclamado a ningún miembro de Seleka.
Otro de los episodios más trágicos del conflicto centroafricano fueron los abusos sexuales que las tropas francesas ejercieron sobre niños en el gran campo de desplazados del aeropuerto de Bangui. Soldados de al menos otra media docena de países hicieron lo mismo, según tuvo que admitir la ONU tras las denuncias del comisionado de derechos humanos, Anders Kompass, que acabó siendo suspendido.
El proceso en París contra, finalmente, solo cuatro militares estuvo lleno de irregularidades hasta que se le dio carpetazo en enero del 2018.
Los abusos sexuales a menores por tropas francesas y de otros países se sumaron a la tragedia centroafricana