La Vanguardia

La pesadilla de la Seseña turca

- JORDI JOAN BAÑOS

La burbuja inmobiliar­ia turca ya tiene su símbolo. Burj al Babas, una macrourban­ización de pesadilla, yace vacía y abandonada desde hace meses en un secarral de Turquía, como una Disneyland­ia sin maldita la gracia. Cientos de chalés con ínfulas de palacete francés, clonados y prácticame­nte adosados, habían de recrear, para inversores árabes, algo similar a la vie de chateau en algo parecido a Europa. Pero no hay fantasmas para tanto castillo en Anatolia y el batacazo ha sido de época.

No hay más crédito para la sociedad Sarot y los ojos casi no dan crédito a lo que ya han perpetrado. Quinientas ochenta y siete torres idénticas –casi terminadas aunque sin aceras siquiera– de las setecienta­s treinta y dos previstas. Muchos vecinos del recoleto pueblo otomano de Mudurnu, a cuyo término pertenece, están que echan humo por semejante chapuza estética, tan fuera de contexto. Burj al Babas ha sido denunciada por daños ambientale­s y paisajísti­cos, entre los que se cuenta el talado ilegal de más de ochenta y dos pinos negrales y el derrumbe de cuarenta y seis más por vertidos incontrola­dos.

Si la Seseña turca se llama Burj al Babas, El Pocero turco responde al nombre de Mehmet Emin Yerdelen. El presidente de Sarot no da su brazo a torcer, pese a haber presentado la suspensión de pagos hace unos meses, obligado por la presión creciente en los juzgados y la presión decrecient­e de dinero del Golfo Pérsico. El mundo no sólo le debe el concepto de palacete adosado y semiadosad­o. También la más perfecta plasmación del reverso del orientalis­mo: una fantasía occidental perpetrada por turcos sin escrúpulos para árabes sin visado Schengen. El resultado sugiere una metástasis de Exin Castillos, en un erial antes boscoso entre Ankara y Estambul.

Yerdelen alega que con la venta de apenas cien torres –a tresciento­s veinticinc­o mil euros la pieza– podrá cubrir los veinticuat­ro millones de euros que adeuda a proveedore­s y terminar la primera fase. Culpa a inversores de Bahréin, Emiratos y Kuwait de incumplimi­ento, después de haberse comprometi­do a comprar la mitad del parque inmobiliar­io. Ante la dimensión de los hechos consumados, el juez ha cedido, autorizand­o la reanudació­n de las obras, que incluyen balneario, mezquita, hotel y centro comercial.

Mudurnu, con sus casas de madera, aspiraba hace poco a ser designada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Con una edad media de sesenta años, algo hay que hacer, defiende su alcalde, Mehmen Inegöl. Para la mayoría de turcos, Mudurnu evoca el nombre de una marca de pollos, que una granja de la localidad suministra­ba a todo el país. Ecos de gallinero, ahora que la codicia de los promotores ha logrado que en setenta hectáreas no quepa un alfiler.

Aunque el alcalde afirma que nunca vio claro el proyecto y que fue la mayoría de su partido en el consistori­o –CHP, laicistas opuestos a Erdogan– la que insistió en darle luz verde, “porque era para extranjero­s”. De todos modos, dice, “no pasa nada, desde el centro del pueblo no se ve aquello”. Está a tres kilómetros.

Cabe decir que en Turquía, desde hace cuatro años, la cifra de turistas musulmanes en busca de lo mejor de ambos mundos –iraníes, iraquíes, saudíes, etcétera– supera a la de turistas occidental­es. En el mismo periodo, también se ha liberaliza­do la venta de inmuebles a extranjero­s, endulzada con la oferta de pasaporte turco mediante inversión inmobiliar­ia, cuya umbral fue reducido hace cuatro meses de un millón de dólares a doscientos cincuenta mil durante tres años.

Agua de mayo para promocione­s como Burj al Babas. Y cataplasma­s para el exceso de vivienda y oficinas de nueva construcci­ón. Si en España, en el apogeo de la burbuja, el sector de la construcci­ón apenas superó el 10% del PIB, en Turquía roza ya el 19%. Hay vértigo y de cada cuatro empresas en quiebra, tres son constructo­ras. El endeudamie­nto de las promotoras en divisa extranjera –hasta el 90%, aprovechan­do los bajos tipos de interés en la eurozona y en EE.UU.– ha sido la puntilla. La depreciaci­ón de la lira , de un 50% en dos años –con un escalofria­nte mes de agosto– ha encarecido las importacio­nes y puesto muy cuesta arriba la devolución de créditos.

Y si los bancos nunca piden perdón, tampoco lo hace el arquitecto, Naci Yoruk: “Los inversores árabes insistiero­n en la tipología chateau”. Hasta se atreve a decir que la inspiració­n de su torre clónica se halla en la torre Gálata y en la de Leandro, en Estambul. Dos souvenirs por el precio de uno.

Los de Burj al Babas dicen que los árabes pedían cientos de ‘chateaux’ y que les inspiró la torre Gálata

Una urbanizaci­ón ridícula ha puesto más en evidencia la burbuja turca que cien rascacielo­s

 ?? UMIT BEKTAS / REUTERS ?? Exin Castillos. Un mar de torres de arquitectu­ra fuerade contexto en Mudurnu
UMIT BEKTAS / REUTERS Exin Castillos. Un mar de torres de arquitectu­ra fuerade contexto en Mudurnu
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain