La Vanguardia

¿Qué cabe esperar?

- Enric Juliana

El próximo domingo decenas de miles de personas se concentrar­án en el centro de Madrid para intentar poner fin a la experienci­a política iniciada el pasado mes de mayo con la moción de censura a Mariano

Rajoy. Las plazas pueden tumbar gobiernos cuando estos no están bien asentados. Es legítimo intentar tumbar gobiernos ejerciendo presión desde la calle, como bien sabe la izquierda española. Es legitimo intentar cargarse de razones en la calle, como bien sabe el independen­tismo catalán. La clave está en que la movilizaci­ón contribuya a ganar apoyos sin infundir miedo. Una movilizaci­ón oceánica puede dar la victoria al adversario. Una movilizaci­ón gigantesca puede clarificar de manera fulgurante los horizontes de un país confuso al delimitar perfectame­nte cuáles son los futuros imaginable­s. Una movilizaci­ón rugiente puede conseguir lo imposible: que se aprueben los presupuest­os generales del Estado del 2019. Al final del día, todo se resume en una pregunta kantiana: ¿qué cabe esperar?

El prólogo de la concentrac­ión ya está escrito. “Traidor, golpista, felón, ilegítimo, mentiroso compulsivo, ridículo, irresponsa­ble, incapaz, desleal, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, mediocre...” Estos son algunos de los epítetos venezolano­s que estos días se han dirigido contra el presidente del Gobierno para invitar al público a participar en el acto de Colón.

La iniciativa puesta en marcha por Pablo Casado, con el concurso de Albert Rivera y la confluenci­a de Santiago

Abascal es de gran importanci­a política. Abascal es el menos hablador de los tres. Su economía de lenguaje es sorprenden­te en estos tiempos de bulimia digital. Con un mensaje al día le basta, puesto que los demás actores de la derecha trabajan para él. Vox dirige y marca el ritmo sin estar en el Parlamento. El domingo sabremos qué voz habla en Colón. Y el lunes millones de españoles se preguntará­n, de nuevo: ¿qué cabe esperar?

La presión está haciendo mella en el Partido Socialista. Los dirigentes socialista­s de la España interior están aterroriza­dos ante la posibilida­d de correr la misma suerte que

Susana Díaz en las elecciones autonómica­s y locales del 26 de mayo. Las recientes declaracio­nes de dirigentes como

Emiliano García Page o Javier Lambán transmiten a la

Con su advertenci­a, González, que no da puntada sin hilo, emplaza a Sánchez a convocar en mayo

sociedad una sensación de miedo atroz. Quisieran tumbar otra vez a Sánchez –ya lo noquearon hace dos años en aquel septiembre turbulento del 2016– y no pueden. Ahora no pueden. Puesto que no pueden tumbarlo, sus declaracio­nes son un certificad­o de derrota para la próxima cita electoral. La suerte está echada. Ahora sólo les podría salvar el propio Sánchez haciendo coincidir las generales con el superdomin­go 26 de mayo.

El PSOE de la España interior se siente derrotado, mientras que el PSOE del norte y del corredor mediterrán­eo aparenta mayor tranquilid­ad. La serenidad de Ximo Puig y

Francina Armengol es ejemplar. Alfonso Guerra quisiera estrangula­r con sus propias manos a Sánchez, pero no puede. Felipe González, siempre más inteligent­e, ha emplazado a Sánchez a romper la negociació­n con los independen­tistas catalanes, lo cual significar­ía renunciar a los presupuest­os.

Elecciones generales en mayo, qué gran tentación.

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