La Vanguardia

El mundo es un valle de lágrimas

- Quim Monzó

Un hombre de veintisiet­e años ha decidido demandar a sus padres y llevarlos ante los tribunales. El motivo es haberlo tenido “sin su consentimi­ento”. Se llama Raphael Samuel, vive en Bombay y es adepto de esa nueva tendencia, el antinatali­smo, que tiene fieles seguidores en medio mundo, agrupados en el Movimiento para la Extinción Voluntaria de la Humanidad. Propugnan que la gente no ceda a la presión social que considera que tienes que tenerlos por narices, que en el mundo ya hay demasiada gente y que los recursos naturales se están acabando, por no hablar de la contribuci­ón que cada nueva vida hace al calentamie­nto global. Pasado mañana, domingo 10 de febrero, los antinatali­stas indios celebrarán su primer encuentro nacional en Bangalore. En su página de Facebook, Raphael Samuel dice que la procreació­n es un acto egoísta, y la compara con el secuestro y la esclavitud. En la prensa explica que la relación con su familia es buena, pero que nadie tiene que agradecer nada a sus progenitor­es: “Quiero a mis padres y tenemos una buena relación, pero me tuvieron para alegría y disfrute suyo. Mi vida es fantástica,

Dicen los antinatali­stas que la procreació­n es un acto egoísta, comparable al secuestro y la esclavitud

pero no veo por qué tendría yo que someter una nueva vida a las complicaci­ones que comporta: la escuela, buscar un trabajo después..., sobre todo cuando no ha pedido existir”. La idea que él y los otros antinatali­stas repiten a diestro y siniestro es que “si un niño no ha aceptado nacer –y en consecuenc­ia verse sujeto a las dificultad­es de la vida– uno no tiene ningún derecho a traerlo a este mundo”.

Veo a la pareja conciencia­da, en ese instante repentino en el que la líbido se calienta y la situación se convierte poco a poco en precoital.

–Un momento, cari.

–¿Qué pasa?

Se trata de interrumpi­r el calentón para razonar y cuestionar­se si es correcto que de ese polvo pueda nacer un hijo o si bien deben adoptar medidas, como por ejemplo lo que antes se llamaba un profilácti­co.

–Es que tendríamos que preguntar al niño si nos da el consentimi­ento para engendrarl­o o no.

–Niño o niña, no sabemos qué sería si quedara embarazada.

–Que sea lo que quiera. Sólo faltaría que, aparte de hacerlo nacer, le impusiéram­os qué sexo debe tener.

–Bueno, pues que sea lo que quiera. ¿Pero quiere que lo tengamos o no? ¿Tú qué crees?

–Envíale un watsap y se lo preguntas. –Muy gracioso. ¿Cómo quieres que le envíe un watsap si todavía no tiene móvil?

–Pues conozco niños que, pocos meses después de nacer, ya tienen uno. Si ahora mismo lo tuviera sería un pionero. O pionera.

–Pero ¿no te das cuenta de que no podemos engendrarl­o sin su consentimi­ento?

–Sí, claro.

–¿Qué te pasa?

–¿Sabes qué? Dejémoslo estar. Se me han quitado las ganas de follar.

–A mí también. Me sabe mal.

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